18 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Nacidos para entrar al reino

La vida en el Espíritu - Meditaciones

LA ENSEÑANZA DE JESÚS SOBRE EL ESPÍRITU SANTO

         Veamos ahora la enseñanza de Jesús sobre la importancia del Espíritu Santo. El Maestro pone un énfasis muy pronunciado en la obra del Espíritu desde el inicio de la vida de los discípulos. Lo explica a Nicodemo y la mujer samaritana. Después enseñará a los suyos la trascendencia del Espíritu Santo después de su partida. Jesús enseñó a los discípulos la importancia esencial del Espíritu para que fueran guiados a toda verdad, recordar sus enseñanzas, dar testimonio de él, convencer al mundo de pecado, glorificarle en la tierra y esperar del Padre la promesa del Espíritu sobre sus vidas después de su ascensión.

 

  1. Nacidos del Espíritu para entrar en el reino (Jn.3:5-8)
  2. El don de Dios es agua viva (Jn.4:10)
  3. Brotarán ríos de agua viva (Jn.7:37-39)
  4. Otro consolador (Jn.14:16)
  5. El Espíritu de verdad (Jn.14:16-18)
  6. El Espíritu enseña y recuerda (Jn.14:25-26)
  7. El Espíritu da testimonio de Jesús (Jn.15:26-27)
  8. El Espíritu convence de pecado, justicia y juicio (Jn.16:7-11)
  9. El Espíritu guía a la verdad (Jn.16:12-13)
  10. El Espíritu glorifica a Jesús (Jn.16:12-15)
  11. Recibid el Espíritu Santo (Jn.20:21,22)
  12. La promesa del Padre (Lc.24:49 y Hch.1:4,5)
  13. Poder para ser testigos/mártires (Hch.1:6-8)

Nacidos del Espíritu para entrar al reino

Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es… El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de donde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu  (Juan 3:5-8).

El encuentro de Jesús con Nicodemo es uno de los episodios más conocidos del Nuevo Testamento. En esta conversación personal entre el Maestro y este fariseo prominente, encontramos verdades esenciales que debemos retener a lo largo de nuestra vida cristiana. En primer lugar, Jesús enseña que para ver el reino de Dios hay que nacer de nuevo. Curiosamente el Maestro habla antes de ver que de entrar (Jn.3:3,5). Y antes de ver y entrar en el reino debemos nacer del agua (figura de la palabra de Dios Ef. 5:26; Stg.1:18; 1 Pedro 1:23) y del Espíritu.

Pablo dice que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, que la paga del pecado es muerte; y el profeta Isaías nos dice que nuestros pecados han hecho separación entre nosotros y Dios para no escucharnos (Is. 59:2). Por tanto, necesitamos nacer de nuevo a la vida de Dios, la vida y la gloria que perdimos en Adán, que ahora recuperamos en Cristo. Para ello es esencial la acción de la palabra y el Espíritu. Nacemos de la palabra y del Espíritu. Y una vez que hemos nacido de nuevo entramos a formar parte del reino de Dios, por el mismo Espíritu.

También el apóstol nos enseña que hemos sido bautizados en un cuerpo por el mismo Espíritu (1 Co.12:13). Por lo tanto, el Espíritu de Dios nos hace nacer de nuevo, y nos permite ver y entrar en el reino de Dios. Somos trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de su Amado Hijo (Col.1:13). También nos capacita para discernir el reino y separarlo del sistema de este mundo. En el nuevo nacimiento recibimos nuevos sentidos espirituales para discernir las cosas del Espíritu y saber lo que Dios nos ha concedido (1 Co.2:10-14).

Ahora tenemos dos naturalezas con dos nacimientos, uno carnal y otro espiritual. Nicodemo no acababa de entenderlo y preguntó a Jesús: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?  Puedes leer toda la conversación en el capítulo 3 del evangelio de Juan. Lo que debemos entender bien es que la vida cristiana tiene su inicio mediante un nuevo nacimiento engendrado por el Espíritu y la palabra para poder ver y entrar en el reino de Dios.

         La vida cristiana es sobrenatural. Comienza con un nacimiento interior por el Espíritu Santo; como Jesús nació milagrosamente en el vientre de María.

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