Una generación corrupta no impide andar con Dios
Noé era un hombre justo, perfecto entre sus contemporáneos; Noé andaba con Dios (Génesis 6:9 LBLA).
El texto bíblico hace una especie de paréntesis entre la mucha maldad de los hombres (Gn.6:5), y una tierra corrompida llena de violencia. En medio nos encontramos un hombre con otro espíritu, otra forma de actuar. Un justo que no se ha dejado corromper por el medio que le rodea, no le afecta la influencia degradante de sus contemporáneos, sino que haya gracia.
Noé era un hombre justo, con el carácter del Padre. Noé andaba con Dios. La maldad predominaba, los pensamientos de los hombres estaban de continuo inclinados al mal, sin embargo, Dios encuentra un hombre que vive de otra forma. La vida de Noé no pasó desapercibida para Dios, atrajo su atención, el cielo se movió en dirección a Noé.
El sexo era la nota predominante, la promiscuidad sexual dominaba aquella generación, sin embargo, Noé, que tenía mujer e hijos, no participó de ese espíritu promiscuo. Noé andaba con Dios. A este hombre le llegaban noticias de las formas de vida de sus coetáneos. «Los medios de comunicación» anunciaban una y otra vez la violencia generalizada de aquella generación; la bolsa subía y bajaba; el consumo estaba en su punto más alto, por tanto, había trabajo, las «fábricas» producían a pleno rendimiento. Los banquetes proliferaban, había bacanales, fiestas por cualquier excusa (cumpleaños, comuniones, bodas, aniversarios) eran una proyección cotidiana de aquella sociedad desenfrenada en los placeres de la carne. Sin embargo, todo aquello no impidió que Noé anduviera con Dios.
El entorno corrupto y el mal generalizado no es motivo para caer en la permisividad imperante. El pecado no se enseñoreará de vosotros si vivís bajo la gracia de Dios. Los miembros de nuestro cuerpo no obedecen a la injusticia si andamos en novedad de vida, bajo el régimen del Espíritu. Noé andaba con Dios bajo el gobierno del Espíritu. El apóstol dice: Andar en el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne. Es posible.
Daniel vivió en medio de una Babilonia presuntuosa, rica y llena de posibilidades para enriquecerse de forma rápida, pero propuso en su corazón no contaminarse. A ellos la gracia destinada ya les había alcanzado, esa gracia que los profetas anunciaron (1 Pedro 1:10-11), y que ahora se ha manifestado para salvación a todos los hombres. La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo, pero su manifestación ya estuvo presente en los días de Noé.
Podemos andar con Dios en medio de nuestra generación, afirmados en su gracia que nos sustenta y es más fuerte que el pecado predominante.