Los profetas de Israel (LXXX) – Ezequiel (6)
He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré… Y yo las sacaré de los pueblos, y las juntaré de las tierras; las traeré a su propia tierra, y las apacentaré en los montes de Israel, por las riberas, y en todos los lugares habitados del país… Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor. Yo YHVH les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos… Y estableceré con ellos pacto de paz… y habitarán… con seguridad… (Ezequiel 34:11,13,23-25)
En este capítulo el profeta Ezequiel pone su mirada y mensaje en los pastores de Israel que se han apacentado a sí mismos. No se han ocupado de la débil, la enferma y perdida, sino que se han enseñoreado de ellas con dureza y violencia. Por ello han andado errantes y dispersas, fueron esparcidas. Un mensaje claro a los gobernantes judíos que Jesús llama «los edificadores» y por cuya causa el pueblo fue dispersado entre las naciones.
Los gobernantes negaron la mesianidad de Jesús, aunque una ingente cantidad de profecías le identifican como tal. Además manipularon a la multitud para que muriera un solo hombre por la nación, en lugar de que toda la nación fuera destruida (Jn.11:50-52).
El apóstol Pedro lo dejó claro en su mensaje, cuando dijo, recogiendo la profecía de Salmos 118:22, que la piedra que los edificadores desecharon, vino a ser cabeza del ángulo (Hch.4:11) (1 P.2:7). Desechada por los edificadores, no por todo el pueblo de Israel. Luego, en un proceso con distintas etapas y factores que tuvo lugar en los tres primeros siglos de nuestra era, se impuso en el pueblo de Israel la autoridad rabínica, dejando asentada la postura de negar la mesianidad de Yeshúa como el Mesías hijo de David.
Este mismo mensaje se puede y debe adjudicar a muchos maestros, sacerdotes y pastores de la iglesia a través de los siglos, que han hecho posible que una parte de la grey de Dios haya sido dispersada por haberse enseñoreado de ellas con dureza y violencia.
Muchos errantes y dispersos, también en la actualidad, son víctima de un liderazgo al estilo Diótrefes y sistemas religiosos basados en modelos babilónicos y liderazgos piramidales al estilo Nimrod. Muy largo el tema. Regresemos.
Cuando el buen pastor vino, en su primera venida, vio a las multitudes dispersas y descarriadas como ovejas que no tienen pastor (Mt. 9:35-38). Él vino en primer lugar a buscar las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mt.15:24). Su corazón de pastor buscó la perdida y enferma, la débil y descarriada. Y volverá otra vez; está escrito.
El canto de David: El Señor es mi pastor… se concreta en la persona del Mesías, Jesús de Nazaret, que vino y vendrá a pastorear su grey con fidelidad.