¿Cómo podremos vencer?
La respuesta aparece en las enseñanzas apostólicas: por el inconformismo. El sistema mundano impone su formato con los valores y principios que se asumen en cada generación como aceptables. Es lo que llamamos «políticamente correcto».
La Escritura enseña que debemos sostener un inconformismo decidido hacia el sistema de este mundo, inconformismo a los deseos carnales, escapar y huir de la corrupción que hay en el mundo, y hacerlo aferrándonos al nombre de Jesús, el autor de nuestra salvación. Veamos.
Inconformismo hacia el mundo. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12:2).
Inconformismo hacia los deseos carnales. Como hijos obedientes no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia… (1 Pedro 1:14). Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma (1 Pedro 2:11).
Escapando y huyendo. …habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de las concupiscencias. Los que verdaderamente habían huido de los que viven en error… habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo… (2 Pedro 1:4 y 2:18-20). Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor (2 Timoteo 2:22).
Aferrándonos al Nombre de Jesús. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Juan 5:5). Torre fuerte es el nombre del Señor; a él correrá el justo, y será levantado (Proverbios 18:10). Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores; se rompió el lazo, y escapamos nosotros. Nuestro socorro está en el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra (Salmos 124:7-8).
Como creyentes en Jesús hemos venido a Dios y Él sacia y prospera nuestra alma de la abundancia de su casa (Salmos 36:8 y 65:4). Hemos salido de la casa del diablo y trasladados a la casa −el Reino− de Dios. Como está escrito: El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo (Colosenses 1:13).
Nuestra victoria está en Jesús, el autor de nuestra fe. El Mesías ha vencido al maligno y sus obras (1 Juan 3:5,8). Separados de él nada podemos hacer (Juan 15:5). El mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5:18) y aún conserva margen de maniobra sobre los hijos de desobediencia y la idolatría de todo tipo, pero la verdad libertadora está en la obra de Jesús. El príncipe de este mundo ya ha sido juzgado y echado fuera (Juan 12:31 y 16:11). La victoria está en el nombre de Jesús, por eso envió a los suyos con la autoridad de su nombre para hacer discípulos a todas las naciones (Mateo 28:18-20). Los dos milenios de cristianismo dan testimonio de esta verdad y su implantación en las naciones occidentales. Hoy asistimos a una apostasía generalizada en esas mismas naciones, con sus remanentes fieles, así como al despertar de la fe en otras regiones del mundo. No debemos conformarnos al esquema de este mundo y sus formas de vida contrarias a la revelación de Dios; y para poder obtener la victoria en esta batalla infernal necesitamos regresar a la cruz del Gólgota de donde emana el poder de Dios y la consiguiente resurrección para vencer el mal, la muerte y su poder.
Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Juan 5:4,5).
FIN DE LA SERIE