Hombres impíos – Hijos de ira y desobediencia
Y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás (Efesios 2:3)
La carta del Pablo a los Efesios es un canto a la nueva creación, la regeneración, la nueva vida, poniendo de manifiesto que no siempre la teníamos, sino que en otro tiempo estábamos muertos en delitos y pecados, en los cuales anduvimos en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. En ese estado nos encontró la gracia del Señor, el amor de Dios, y nos redimió de semejante manera de vivir, para no andar el tiempo restante en los deseos de nuestra carne, sino para hacer la voluntad de Dios.
Sin embargo, anteriormente participábamos de una naturaleza de hijos de ira y desobediencia. Esa misma naturaleza es la de todos aquellos que no han sido redimidos, aunque tengan una religión muy respetable, pero su naturaleza manifestará la realidad de vivir aún bajo la ira de Dios, y en la práctica andan en desobediencia, aquella que se inició con la primera pareja que decidieron desobedecer el pacto de Dios andando en sus propios caminos, de la cual todos hemos venido a ser herederos.
Esa naturaleza de ira y desobediencia desembocará un día (si no hay un regreso a la casa del Padre) en juicio de condenación. Es la inercia del estado natural. Dice el apóstol Juan que el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Juan 3:36). En la Biblia de las Américas dice: el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él. Sin un cambio, —una transformación interna de naturaleza—, la ira justa de Dios contra el pecado que habita en nosotros seguirá su curso y desembocará en muerte (separación) eterna.
Esta es la prioridad del evangelio. Aquí tenemos la urgencia del hombre: escapar de la ira venidera mediante una conversión de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:9,10). Es imposible obedecer a Dios mientras nuestra naturaleza siga en estado de ira y condenación. La desobediencia engendra maldición. La ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia (Efesios 5:6) (Colosenses 3:5,6). Por su parte la vida nueva y renacida viene a través de Jesús.
Los impíos permanecen bajo la ira de Dios, por cuanto no han escapado de la vieja naturaleza de pecado y desobediencia, aunque mantengan rituales, liturgias y una excelente cultura. Jesús es quién nos libra de la ira venidera.