Eventos principales (II) – Desde Sion (2) – La Sion celestial
Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte… (Salmos 2:6). Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de YHVH como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones (Isaías 2:2)
La Sion celestial
Sion no es solamente un lugar geográfico identificado en la Escritura en la ciudad de Jerusalén, sino que es también un término para identificar la ciudad celestial, el reino venidero y eterno. Ambos se complementan, nunca se excluyen. La oración de Jesús enseña: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. La voluntad de Dios se expresa en ambas esferas terrenal y celestial. No debemos excluir ninguna de ellas. Ni materializar, ni espiritualizar las Escrituras, ambas son expresiones de la voluntad de Dios revelada para ser manifestada en su totalidad.
Por tanto, una premisa inicial que debemos dejar asentada es la siguiente: Sion es un lugar geográfico, situado en una elevación de la ciudad de Jerusalén, también llamado el monte Moriah, donde Abraham ofreció a su hijo en sacrificio, la fortaleza que conquistaría el rey David a los jebuseos, donde asentó su reino y el mismo lugar donde poco después sería construido el templo por Salomón. Todo ello como respuesta a la voluntad soberana de YHVH, que escogió este lugar para poner allí su nombre. Como está escrito: el lugar que YHVH vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su habitación, ése buscaréis, y allá iréis. Y allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios… y comeréis allí delante de YHVH… Y os alegraréis delante de YHVH vuestro Dios… (Dt.12:5,6,7,12).
Una vez dicho esto, que ampliaremos más adelante, veamos otro aspecto de gran relevancia en la Escritura: la Sion celestial. Como escribe el autor de la carta a los Hebreos: Os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel (Heb.12:22-24).
Aquí nos encontramos con la realidad celestial de Sion, una dimensión que supera la Sion terrenal, pero nunca la anula. Como hemos dicho, ambas se complementan en una ambivalencia necesaria que debemos identificar en su justa medida. Recordemos al respecto, que el hombre es una realidad física y otra espiritual. Ambas están unidas, ejercen funciones complementarias y no se pueden separar. Hay cuerpo terrenal y cuerpo celestial. Dios ha creado la materia y también ha dado soplo de vida al ser humano.
Vemos la Sion celestial especialmente en los últimos capítulos de Apocalipsis, donde se identifica con la santa ciudad, la esposa ataviada del Cordero, el tabernáculo de Dios con los hombres, la ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Además las naciones salvas vendrán a ella, y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.
En medio de la ciudad está el árbol de la vida, también el trono de Dios. No entrarán en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación o mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero (Apocalipsis 21 y 22). (Is.52:1). Con (Apc.21:27 y 22:11). Estos pasajes debemos complementarlos con la revelación que aparece en Isaías 60 al 66, y en el libro de Zacarías 12 al 14. Lo iremos viendo en nuestro recorrido.
Por tanto, hay una Sion terrenal vinculada al Rey de Israel, el Mesías que vendrá para reinar; y una Sion celestial donde el mismo Mesías pondrá su trono y reinará sobre todas las naciones. Ambas conforman una unidad con dimensiones complementarias.