(Por ignorar lo que creemos)
LOS DÍAS DE EZEQUIEL
En los primeros capítulos del libro aparece la visión de la gloria de Dios y el llamamiento de Ezequiel. Dios llamó al profeta para que anunciara a la sociedad de su tiempo, −engañada terriblemente−, la realidad de su situación. Ya se había realizado la primera parte del cautiverio, el mismo Ezequiel había sido llevado a Babilonia. Miremos los sucesos a partir del capítulo 8 del libro. Comienza así: Y sucedió… que estando yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá sentados ante mí, bajó allí sobre mí la mano de Señor Dios (Ez. 8:1 LBLA).
Pensemos. El profeta está sentado en su casa de Babilonia, junto con los ancianos de Judá, y en esa misma situación el Señor le va a mostrar lo que estaba ocurriendo en Jerusalén, muy lejos del lugar donde se encontraban. Bien, veamos el recorrido de las revelaciones que el Señor le va a dar a Ezequiel a partir de este momento.
- Y el Espíritu me alzó entre la tierra y el cielo y me llevó a Jerusalén en visiones de Dios… (Ez. 8:3 LBLA).
No voy a entrar en la polémica de cómo ocurrió esto, el profeta fue llevado en visiones a la ciudad de Jerusalén, a la entrada del templo, y comenzó a ver lo que sucedía. Allí estaba la morada del ídolo de los celos que provoca los celos. Lo primero que ve es un ídolo en el lugar de la adoración al Dios único. Un ídolo que parece convivir con el culto a Dios. Un ídolo que provoca el celo de Dios. Faltaba poco para que la gloria del Señor abandonara el templo. No se puede servir a dos señores.
Jesús también entró en el templo de Jerusalén, años más tarde, y actuó sobre la Escritura que decía: el celo de tu casa me consume (Jn. 2:13-17 RV60) (Sal.69:9). El templo estaba contaminado y la casa de oración se había convertido en cueva de ladrones. El templo de Dios hoy son los sellados por el Espíritu (Ef. 1:13).
- Y he aquí, la gloria del Dios de Israel estaba allí, como la visión que yo había visto en la llanura (Ez. 8:4 LBLA).
Aún la gloria de Dios no había abandonado el templo. No tardaría en hacerlo, pero en estos momentos se pone de manifiesto la mezcla del culto en el pueblo de Judá. Se cometían abominaciones en el lugar de adoración. Está escrito: ¿Qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? (2 Co.6:16). Pero hay más.
- Después me llevó a la entrada del atrio, y cuando miré, he aquí había un agujero en el muro… Y me dijo: cava ahora en el muro… entra y ve las perversas abominaciones que ellos cometen aquí (Ez. 8:7 LBLA).
Cuando Dios revela a un profeta el pecado de su pueblo es porque Él ya lo ha visto antes. Dentro del muro que cavó Ezequiel había toda clase de reptiles, bestias y cosas abominables. Todos los ídolos de la casa de Israel estaban grabados en el muro por todo alrededor. Y había setenta ancianos de la casa de Israel ofreciendo incienso en el mismo lugar de adoración. ¡Inaudito!. ¡Cómo es posible! ¡Cuántas cosas ocurren en la aparente oscuridad de nuestros actos secretos! Sin embargo, está escrito: no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quién tenemos que dar cuenta (Heb. 4:13 LBLA).
¿Cuál fue la enseñanza que sustentaba esta forma de actuar? O dicho de otra forma, ¿bajo qué doctrina operaban estos ancianos para cometer una idolatría tan contraria a la revelación de Dios? Aquí está el asunto clave, el argumento sobre el que giraba un comportamiento idólatra y corrupto.
- Porque ellos dicen: El Señor no nos ve; el Señor ha abandonado la tierra (Ez. 8:12 LBLA).
Una doctrina fundamental de la Escritura, como es la Omnipresencia de Dios, o su Omnisciencia, había «mutado» en otra que decía: «El Señor no nos ve».
Seguramente sus experiencias de la realidad de Dios se habían quedado cristalizadas. Las circunstancias actuales les decían que Dios, el Dios de sus padres, era un asunto del pasado, y en lugar de buscarle con un corazón humilde y de fe, se hicieron ídolos para substituirle. Este engaño no anula la verdad de Dios. Esta falsedad no evita quedar expuestos a su juicio. Pero aún hay más.
- Entonces me llevó a la entrada de la puerta de la casa del Señor… y he aquí, había allí mujeres sentadas llorando a Tamuz (Ez. 8:14 LBLA).
La idolatría se había extendido y generalizado a toda la sociedad. Los niveles de corrupción alcanzaban a hombres y mujeres. Pero aún hay más.
- Entonces me llevó al atrio interior de la casa del Señor. Y he aquí, a la entrada del templo del Señor… había unos veinticinco hombres de espaldas al templo del Señor y de cara al oriente, y se postraban hacía el oriente, hacia el sol (Ez. 8:16 LBLA).
El sincretismo se había instalado en medio del templo del Señor. Todo tipo de cultos extraños, contrarios a la voluntad de Dios, eran práctica habitual entre quienes habían recibido la revelación del Dios único.
Esta mezcla impía atrajo el juicio de Dios sobre su pueblo. Nosotros, que no nos cansamos de proclamar que Dios es el mismo, ayer, hoy y por los siglos, ¿pensamos que en este caso no es lo mismo? ¿Creemos de veras que podemos vivir como si Dios no viera y quedar impunes? ¿Creemos que podemos transgredir su palabra y mantenernos bajo su bendición? Pues, no.
- Entonces me dijo: La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es grande en extremo, la tierra está llena de sangre, y la ciudad está llena de perversión; porque dicen: El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve (Ez. 9:9 LBLA).
Haciendo un pequeño resumen de lo visto hasta ahora tenemos: caer en el auto-engaño que Dios no nos ve conduce a la idolatría, inventarnos dioses, realizar cultos extraños —el hombre religioso ocupa el lugar del hombre nuevo, el renacido—, y estos cultos, nos llevan a la iniquidad, a perder toda sensibilidad despreciando la vida humana, quedar atrapados en diversos niveles de perversión, y todo ello amparado en el argumento siguiente: El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve.
Vemos que idolatría y corrupción son pareja de hecho. Que el abandono de las verdades bíblicas nos introduce en las garras del pecado que no podremos dominar, sino quedar expuestos a su deterioro. Todo ello atrae el juicio de Dios sobre naciones, pueblos, familias y personas.
Nuestra sociedad vive bajo los parámetros de esta mentira humanista, donde hemos sacado a Dios de la escena para colocar solo al hombre, eso creemos al menos, pero con ello hemos atraído todo tipo de idolatrías de poder, de consumo, de egocentrismo, de narcisismo, de materialismo, de soberbia que nos han llevado a la decadencia actual.
Vivir ignorando que hay que dar cuenta a Dios de nuestros actos nos embrutece. El temor de Dios es el principio de la sabiduría, es donde comenzamos a poner bases para andar sobre terreno firme. Vivir bajo la consciencia de la presencia (Omnipresencia) de Dios, nos protege del mal y nos da seguridad viviendo en luz.
Una parte de la iglesia actual ha perdido esta verdad, por tanto, van a los cultos de domingo y luego consumen pornografía por internet, viven en fornicación, adulterio, divorcios, robo y mentira, y dicen sin decirlo: El Señor nada ve. Es un insulto a Dios. Este comportamiento atrae su ira y castigo. Es tomar el nombre de Dios en vano. No es agradable decirlo, pero es similar a la práctica de los ancianos de Jerusalén. Los psicólogos cristianos dicen que hay el mismo porcentaje de personas que consumen pornografía entre los creyentes y los que no lo son. Hay el mismo nivel de divorcios entre personas que asisten a la iglesia y los que no van. Esta doblez se sustenta sobre el auto-engaño de ignorar lo que creemos. ¿Y que creemos? Que Dios está en todo lugar y lo ve todo, que escudriña nuestra mente y corazón (Ap. 2:23), pero un porcentaje amplio de cristianos viven ignorando las verdades esenciales de la fe bíblica.
El humanismo de hoy tiene un dogma básico: «Dios ha abandonado la tierra», y la iglesia lo ha creído en parte; por tanto, el hombre es el único soberano del bien y del mal, quién dirige su destino y solo da cuenta ante sí mismo. El humanismo actúa bajo los parámetros de Lucifer: yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado (Ez. 28:2 RV60). Subiré al cielo… levantaré mi trono… me sentaré… seré semejante al Altísimo (Isaías 14:12-14 RV60).
Pero hay los que han escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 2:20 LBLA), y han sido sellados para Dios y su Mesías (Ap.14:4; 9:4).