GRATITUD Y ALABANZA (86) – La práctica apostólica (6)

GRATITUD Y ALABANZA - 1HECHOS – La práctica apostólica (6)

… Luego fuimos a Roma, de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento (Hechos 28:14,15).

El gran apóstol de los gentiles fue ministrado con ánimo y aliento por el trato recibido por los hermanos que le recibieron. No hay nadie en este mundo que no sea reparado en su desaliento ante las muestras sinceras de gratitud. Somos susceptibles y vulnerables ante las muestras de afecto. Las necesitamos. El apóstol también lo fue y las necesitó. La congregación de Filipos fue una terapia reparadora para el alma cansada del viejo apóstol. Así lo expresó: En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estáis solícitos, pero os faltaba la oportunidad… Y después de afirmar su determinación para aceptar todo tipo de circunstancias, placenteras y de adversidad, reconociendo que su fuerza radica en el poder del Señor que lo fortalece, añade: Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación (Fil.4:10-14).

Pablo no era un súper-apóstol, ni un supermán autosuficiente, necesitaba también el aliento de los hermanos, su ayuda práctica y espiritual. Cuando llegó a Roma, después de un viaje que estuvo a punto de costar la vida a más de doscientas personas, cuando vio a los hermanos y su actitud hacia él, dio gracias a Dios y cobró ánimo. El apóstol más incomprendido y peor interpretado de todos los tiempos tenía la práctica habitual de dar gracias. Lo veremos dentro de poco en algunos de sus escritos. Cobró aliento después de agradecer el trato que le dieron quienes salieron a recibirlo al Foro de Apio en la antesala de su llegada a la ciudad imperial. El viaje que lo llevó allí estuvo a punto de costarle la vida; en cierta ocasión perdieron la esperanza de salvarse del naufragio, pero una vez pasada la tormenta se elevó su espíritu ante aquella congregación improvisada de la peor especie (recuerda que la mayoría eran personas condenadas o en vías de serlo) para tomar el pan y dar gracias a Dios en presencia de todos (Hch.27:35).

Después de este acto sencillo y poderoso a la vez, la atmósfera de aquel barco cambió completamente. De tal forma que las personas que le acompañaban en su prisión tuvieron mejor ánimo. Satisfechos y cambiados en su estado anímico, se dispusieron a aligerar la nave afrontando el último tramo de aquella travesía exhausta que los llevó con vida a la capital del Imperio Romano. Vemos un corazón agradecido que influye en el entorno que le rodea y trae aliento a sus semejantes en las peores circunstancias. Esta es la práctica apostólica, ahora veremos algunas de sus enseñanzas que la sustentan.

         La gratitud contiene la fuerza vital para cambiar las circunstancias.

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