Nacidos para la libertad
Y vosotros, hermanos, como Isaac, sois hijos de la promesa. Pero así como entonces el que nació según la carne persiguió al que nació según el Espíritu, así también sucede ahora. Pero, ¿Qué dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo, pues el hijo de la sierva no será heredero con el hijo de la libre. Así, que hermanos, no somos hijos de la sierva, sino de la libre (Gálatas 4:28-31)
Cuando en la Escritura nos encontramos con una alegoría como la que vemos en la epístola de Gálatas, no todos sus extremos concuerdan perfectamente con la verdad que se expresa. De igual forma cuando un personaje bíblico decimos que es tipo del Mesías, como por ejemplo el rey David, no quiere decir que toda su vida exprese plenamente la realidad de Jesús. También en la analogía que estamos haciendo sobre el viejo y nuevo hombre, con la lucha interior resultante, no todos sus aspectos concuerdan perfectamente. Dicho esto para evitar malos entendidos, lo que quiero resaltar es la naturaleza de un hijo y otro.
Ismael nació de la carne y para esclavitud; por su parte Isaac nació de la promesa, según el Espíritu de Dios, para vivir en libertad y ser el heredero. Nuestro nuevo hombre, resultante de la vida de Cristo en nosotros, ha nacido por el Espíritu, en libertad y para ser heredero de las promesas dadas por Dios. Pablo lo dice expresamente: Vosotros, hermanos, como Isaac, sois hijos de la promesa.
La nueva vida no es el resultado de nuestros esfuerzos, las buenas obras o el deseo de nuestros corazones; hemos nacido como consecuencia de una promesa dada por Dios. El profeta Isaías lo dice así: Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje… Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho (Isaías 53:10-11). La salvación está basada en una promesa hecha por Dios y realizada por Jesús.
El autor de los Hebreos lo expresó de esta manera: He aquí yo he venido para hacer tu voluntad… Por esa voluntad hemos sido santificados (Hebreos 10:9,10). Entender esta verdad nos dará una posición idónea para vencer los engaños de la carne. Seremos perseguidos por el viejo hombre carnal, también por otras personas que viven bajo los parámetros del viejo hombre de pecado. El diablo viene a robar nuestra herencia, debemos resistirlo y no someternos al yugo de esclavitud. Por precio fuimos comprados, no nos hagamos esclavos de los hombres. Hemos recibido el Espíritu de Dios, no un espíritu de esclavitud, y por el Espíritu clamamos ¡Abba Padre!
Promesa, herencia y libertad en oposición a la carne, esclavitud y muerte. Ese es el contraste entre el nuevo hombre y el viejo, esa es la lucha que debemos afrontar desde nuestra nueva posición en Cristo.