3 – LA SANTIFICACIÓN – Un cuerpo libertado del pecado

La santificaciónUn cuerpo libertado del pecado

Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con El, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado  (Romanos 6:6,7 LBLA)

El evangelio es un misterio revelado, por tanto, se trata de saber, de conocer, de entender, y todo ello por revelación del Espíritu en nosotros. Porque las cosas del Espíritu se disciernen espiritualmente; el hombre natural no las percibe, no las comprende, y aunque pretenda adaptarse a ellas, solo conseguirá frustración y fraude.

La vida cristiana es obra de Dios de principio a fin. Comienza en su voluntad, se perfecciona por su voluntad y obtiene el fin de la obra por estar unido al Autor de la vida. El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionara hasta el día de Jesucristo. La vida cristiana es la unión con Cristo. Unión con su cruz, muerte, sepultura, resurrección y exaltación. En todo el proceso hay una unidad indisoluble. El que se une al Señor, es un espíritu con él. Y todo ello debe ser revelado por el Espíritu. Cómo hemos llegado a esa posición en Cristo es distinta de unos a otros, contiene elementos de misterio que no alcanzamos a comprender en su totalidad, pero una cosa sabemos: Que antes éramos ciegos, y ahora vemos.

Estábamos muertos y hemos nacido a una  nueva vida. ¿Cómo se ha realizado el cambio? Sabemos en parte, pero solo en parte. Ninguno de nosotros sabemos bien los misterios de cómo se forman los huesos en el vientre de la madre, no sabemos totalmente cómo se forma la vida, pero se forma, hay «eslabones perdidos», pero hemos llegado a la existencia. La vida espiritual tiene cierta similitud.

Hemos oído el evangelio, hemos creído el mensaje, hemos sido sellados con el Espíritu Santo, hemos sido unidos a Jesús en una unión mística que sobrepasa nuestro entendimiento, y lo sabemos, sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, por tanto, ha sido destruido, para que ya no seamos esclavos del pecado —el viejo tirano que nos esclavizó— sino que vivamos en novedad de vida, alejados del poder del pecado. El pecado no se enseñoreará de nosotros, porque  no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia (Rom. 6:14).

El viejo dueño de nuestras vidas pretenderá recuperar su dominio sobre nosotros, usará mil artimañas para engañar y hacernos caer de nuestra firmeza, pero la verdad nos hará libres. «Sabiendo». Debemos descubrir todo lo bueno que hay en Cristo mediante el conocimiento (Filemón 6). Hemos sido salvos, y ahora debemos venir al conocimiento de la verdad (1 Tim. 2:4).

         Nuestro cuerpo ha sido libertado del pecado, de modo que no debemos obedecerlo en sus concupiscencias.

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