La promesa del Padre
Y he aquí yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre; pero vosotros, permaneced en la ciudad hasta que seáis investidos con poder de lo alto […] Y reuniéndolos, les mandó que no salieran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre: La cual, les dijo, oísteis de mí; pues Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días (Lucas 24:49 y Hechos 1:4,5).
Seguimos en el periodo entre la resurrección y la ascensión de Jesús. Fueron cuarenta días en los que el Maestro, por el Espíritu Santo, les dio instrucciones a los apóstoles escogidos. Durante ese tiempo les habló de lo concerniente al reino de Dios, y luego reuniéndolos les mandó que no salieran de la ciudad de Jerusalén hasta que se cumpliera la promesa del Padre. Esta promesa era la venida del Espíritu sobre ellos. En los pasajes que meditamos ahora encontramos algunos detalles que me gustaría resaltar.
La promesa del Padre está vinculada estrechamente a la ciudad de Jerusalén. Jesús les encargó rigurosamente que no salieran de la capital de Israel. La mayoría de ellos era de Galilea, incluso Jesús había estado con ellos en esa región después de resucitar (Mateo 28:6,10,16). Pero el énfasis está puesto sobre la ciudad de Jerusalén, donde debía cumplirse el advenimiento de la promesa, es decir, el derramamiento del Espíritu Santo. Era el lugar del templo. Uno nuevo iba a surgir inmediatamente, y todo ello debía tener lugar en la ciudad de David.
Hoy tenemos un conflicto irresoluble por la ciudad de Jerusalén. Para los judíos es su capital innegociable. El pueblo árabe también quiere establecer en ella la capital de un hipotético estado palestino. Ambas cosas son imposibles. Los profetas de Israel han dicho que la venida del Mesías tendrá lugar en la ciudad de Jerusalén. Los ángeles que aparecieron a los apóstoles cuando Jesús fue tomado al cielo dijeron: Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo (Hch.1:11).
Está escrito que pisará el monte de los olivos cuando regrese (Zacarías 14:3,4). Tal vez ahora podemos comprender algo más la naturaleza del conflicto que vivimos en Oriente Medio. La promesa del Padre está vinculada a la ciudad de Jerusalén; además incluye ser investidos de poder de lo alto, o dicho de otra forma, bautizados (sumergidos) con el Espíritu Santo.
La obediencia de los apóstoles los condujo a permanecer en la ciudad de Jerusalén para ser investidos, o bautizados, con poder y realizar la obra encomendada. Todo ello era la promesa del Padre.