GRATITUD Y ALABANZA (73) – Las buenas obras le glorifican (2)

GRATITUD Y ALABANZA - 1LOS EVANGELIOS – Las buenas obras le glorifican (2)

Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador  (Lucas 1:46,47).

María glorificó a Dios con su vida. Glorificar significa darle gloria. María le dio gloria. Y lo hizo cuando siendo una joven judía —se cree que no pasaba de los quince años cuando recibió el anunció del ángel— puso su vida en el altar del sacrificio. Había llegado el cumplimiento del tiempo desde que la primera promesa de redención fue anunciada. Debemos remontarnos al primer libro de la Biblia, cuando una vez culminada la caída, el Señor Dios anunció a la serpiente (el diablo y Satanás) lo siguiente: Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar (Gn.3:15). Esa simiente que había de venir al mundo para destronar a aquel que había usurpado el dominio de la tierra de manos del hombre, es el tema predominante de la Biblia. Se encarnaría en la descendencia de Abraham, de la tribu de Judá, en la familia de Isaí y el rey David, nacería en la pequeña ciudad de Belén en la tierra de Israel, y lo haría mediante una joven judía llamada Miriam.

Cuando el ángel se le apareció con el mensaje de ser el vientre que recibiría al Redentor del mundo, su primer pensamiento fue natural: ¿Cómo será esto, pues no conozco varón? La respuesta del ángel dejó claro que todo estaba bien pensando en el consejo celestial: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Sin embargo, (y aquí entramos en uno de los temas inacabados en la Escritura, me refiero a la soberanía de Dios y la voluntad del hombre), todo el plan de redención definido en el cielo estaba ahora en manos de la respuesta de una mujer que había hallado gracia ante Dios para ser el enlace entre cielo y tierra. Se le había dicho: Concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Todo un mensaje bien elaborado y trascendente, pero en última instancia dependía de la respuesta de Miriam la israelita.

Tengo para mí que el cielo entero quedó en suspenso los instantes anteriores a recibir las palabras de María. Todo el desarrollo del plan de redención pendiente de una respuesta para que se activara en su fase final y definitiva. María dijo: «Hágase». Tal vez algunos ángeles despistados preguntaron con ansiedad ¿qué ha dicho? ¿qué ha dicho? La joven Miriam ha respondido: «Hágase conmigo conforme a tu palabra». Y en esa respuesta el don inefable y glorioso preparado por Dios fue encarnado por nosotros.

         María dio gloria a Dios con una obediencia firme a su palabra.

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