TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (5)
El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)
Una de las manifestaciones evidentes cuando queda establecido el reino de Dios en el corazón de una persona es la paz. También lo será cuando la tierra sea llena del conocimiento de la gloria del Señor. La paz de Dios supera el entendimiento y los pensamientos, traspasa las circunstancias introduciéndonos en la dimensión del reino inconmovible, los poderes del siglo venidero. Es la paz que se establece después de una batalla. Cuando el Señor se presentó a los suyos una vez culminada la redención, tras haber sido escarnecido en la cruz, sepultado, y tras la angustia de la muerte, clamando al que le podía librar de ella (Hebreos 5:7), lo hizo con este mensaje: Paz a vosotros (Juan 20:21,26). Tras la batalla que había sido librada, finalmente se impuso la paz del vencedor sobre todos los poderes de las tinieblas. Por tanto, la paz viene después de la victoria final. El reino de Dios es paz. No es comida ni bebida bajo los rudimentos de este mundo, sino justicia, paz y gozo en el Espiritu Santo (Romanos 14:17). El Maestro anunció a los suyos que en el mundo tendrían aflicción, pero él vencería los poderes de este mundo para poder establecer la paz del cielo en el corazón de los hombres (Juan 16:33). Una y otra vez nos encontramos que antes de su venida hay aflicción y dolor; primero nacemos en un mundo hostil, cuyos parámetros son violentos y convulsos. La tierra está llena de oscuridad, los dolores de parto anuncian el alumbramiento del nuevo día; el aumento de la maldad precede al derramamiento del Espíritu. El hastío de las injusticias levanta un clamor por la verdad, la justicia y la libertad. La creación gime por su redención, nosotros también gemimos por el advenimiento del nuevo día. El caos y la confusión dan lugar al orden de la palabra de Dios y la misericordia que nos guía todos los días de nuestra vida. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella (Juan 1:5). Todo para recordarnos que las señales de tribulación y angustia antes de su venida son la antesala del día con más luz. Pero además en esos días también convergen los derramamientos del Espíritu Santo sobre toda carne como veremos en próximas meditaciones.
La paz del reino viene después de la batalla por la justicia y la verdad duraderas. Solo así quedará establecida firmemente en nuestros corazones.