La corrupción no pasa desapercibida en el cielo
Y miró Dios a la tierra, y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra (Génesis 6:12 LBLA)
Cuando dice el texto que Dios miro a la tierra en realidad se entiende que está viendo el modo de actuar de los hombres que la habitan. La naturaleza humana corrompida emite un olor tan desagradable que llega hasta el cielo. El pecado sube hasta la presencia de Dios. Tenemos muchos ejemplos de ello en la Escritura. Lo vemos en el caso de los cananeos (Gn.15:16). Lo vemos en los días de Noé. También en las ciudades de Sodoma y Gomorra. Como está escrito: El clamor de Sodoma y Gomorra ciertamente es grande, y su pecado es sumamente grave. Descenderé ahora y veré si han hecho en todo conforme a su clamor, el cual ha llegado hasta mí; y si no, lo sabré (Gn.18:20-21).
Los ángeles enviados por Dios a Sodoma y las ciudades vecinas dieron este informe: Vamos a destruir este lugar, pues su clamor ha llegado a ser tan grande delante del Señor, que el Señor nos ha enviado a destruirlo (Gn. 19:13). Cuando el hombre se aparta del propósito de Dios su camino se corrompe con facilidad y rápidamente; se extravía, conduciéndose a su propia destrucción.
Dios le dio un propósito al hombre: Cultivar y cuidar la tierra (Gn.2:15). Después de la caída ese propósito no cambió (Sal. 104:23), aunque lo haría con trabajo y sudor (Gn. 3:17-19). Debería dejar a su padre y a su madre y unirse a su mujer, ser una cola carne. En lugar de ello, el desarrollo del pecado produjo tal deterioro que trastornó los caminos y la voluntad de Dios para el hombre. Entonces las pasiones carnales le condujeron a la degeneración sexual, la corrupción y la violencia. ¡Cuánta soberbia en el hombre moderno teniendo por anacrónico el mensaje bíblico! No hay nada nuevo debajo del sol.
El humanismo predominante de hoy busca su propia realización alejado de los principios morales. Contraviene y corrompe el propósito original para luego pretender que el universo le sea favorable. Cuando el hombre pervierte su camino lejos de Dios está poniendo los cimientos para la corrupción en la tierra que deriva en su propia destrucción. Burlar las leyes divinas no pasa desapercibo en el cielo. Como dice nuestro texto: Miró Dios a la tierra. Corromper los principios morales y universales, −la ley natural−, legislando contra la conciencia que Dios ha puesto en el ser humano no es más que acelerar la corrupción y torcer los caminos del hombre.
Hay camino que al hombre le parece recto, pero su final es camino de muerte. Jesús nos devuelve a las sendas antiguas. Él es el camino al Padre.