Dios prepara un hogar para los solitarios [«desamparados» RV60]; conduce a los cautivos a prosperidad… (Salmos 68:6).
El pueblo de Israel que salió de la esclavitud de Egipto era como un solo hombre delante de Dios. Su primogénito (Éxodo 4:22). Tu eres nuestro Padre, escribió el profeta Isaías (Isaías 63:16). Fueron redimidos como una nación solitaria, singular, en medio de todas las naciones; de exclusiva propiedad del Eterno (Deuteronomio 26:18); su especial tesoro (Éxodo 19:5). Israel, −la descendencia de Abraham−, vino a ser la familia de Dios, el pueblo de Dios, y en ese pueblo hemos sido injertados todos los gentiles a través de la fe en el Mesías de Israel. Ahora somos un cuerpo delante de Dios, el cuerpo del Mesías. Hemos enfatizado tanto la fe personal, individual, que hemos perdido buena parte de la visión de conjunto. Dios preparó un hogar (tierra) para los solitarios que salieron de Egipto. Jesús ha ido a preparar un hogar para sus discípulos (Juan 14:2). El Señor condujo a los que eran cautivos en Egipto a una tierra próspera bajo condiciones de pacto. Nosotros también, como cautivos del pecado, hemos sido redimidos con una vida abundante en Jesús. Formamos parte de la misma historia.
Padre, gracias por el hogar del pueblo de Israel, la tierra que le diste a Abrahán y su descendencia para siempre, figura de la Jerusalén celestial que esperamos. Amén.