HOMBRES DE VERDAD (16) – Recibe la acción de la Escritura

Hombres de verdadHOMBRES DE VERDAD – Recibe la acción de la Escritura

Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra (2 Tim.3:16, 17).

Una vez aceptada la inspiración y autoridad de las Sagradas Escrituras como base de fe y conducta, nuestras vidas quedan ligadas a la acción de la palabra misma, la cual actúa y hace su obra «en vosotros los creyentes» (1 Tes. 2:13). La palabra de Dios es vital en la vida del hombre de verdad. Le enseña, reprende, corrige, instruye, le lleva a la madurez y le equipa para toda buena obra. «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta» (Hebreos 4:12,13).

Jesús oró al Padre: «Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad» (Juan 17:17). Pablo, después de haber levantado congregaciones en cada ciudad donde predicó le evangelio, cuando marchaba, «los encomendaba a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados» (Hechos 20:32). La palabra de Dios es también una parte de toda la armadura de Dios; es la espada del Espíritu con la que podemos resistir los golpes de la mentira y el mentiroso, como hizo Jesús al ser tentado (Efesios 6:17). Por ello debemos meditarla, atesorarla, obedecerla, predicarla.

Los apóstoles de la iglesia en Jerusalén, cuando hubo quejas porque se desatendían a las viudas, «escogieron a siete hombres de buena reputación, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea». Y luego añadieron: «Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la palabra» (Hechos 6:1-4). Además, los que habían recibido la palabra fueron bautizados, «y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración» (Hechos 2:41-42). Tal era la importancia que le dieron en la iglesia primitiva a la enseñanza de la palabra de Dios. Creyeron que actuaba en los discípulos. No predicaron sus propias imaginaciones fundamentando su mensaje en las Escrituras reveladas. Esdras nos da la síntesis del verdadero hombre de Dios en relación a su palabra. «Esdras había dedicado su corazón a estudiar la ley del Señor, y a practicarla, y a enseñar sus estatutos y ordenanzas en Israel» (Esdras 7:10).

         El hombre de verdad es transformado por la palabra de Dios habiendo sometido su vida a la inspiración y autoridad de las Escrituras.

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