El reino venidero – 10

El reino venideroLos hijos del reino (2)

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios  (Juan 1:12,13)

Una de las grandes y gloriosas verdades que contiene el evangelio es la de ser hechos hijos de Dios. Éramos por naturaleza hijos de ira, vivíamos alejados de la ciudadanía de Israel, desligados de las promesas y los pactos hechos con Abraham y el pueblo de Israel. Éramos advenedizos, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Nosotros los gentiles andábamos perdidos en la vanidad de este mundo, pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, nos salvó, no por obras que nosotros hubiéramos hechos, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (Tito 3:4-5). Éramos esclavos de nuestras pasiones y deleites carnales. El pecado nos dominaba como un tirano implacable. Vivíamos bajo la potestad de las tinieblas, llevados de aquí para allá, sin rumbo, sin sentido ni dirección en la vida. Pero cuando oímos el evangelio, el mensaje que estaba oculto desde antes de la fundación del mundo, y que fue manifestado por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento de Dios, se  nos dio a conocer para que obedeciéramos a la fe en todas las naciones (Romanos 16:25-27). Ese mensaje libertador y transformador nos alcanzó y con él la adopción como hijos de Dios. De muerte a vida. De la potestad de las tinieblas al reino de su Hijo amado. Ahora somos hijos, no esclavos, sino hijos, y se nos ha dado el Espíritu de su Hijo con el cual podemos clamar ¡Abba Padre! (Romanos 8:15). Hemos sido comprados como propiedad de Dios. Hemos sido hechos hijos de Dios. Engendrados por su voluntad soberana. Nacidos para vivir en su reino, en sus dominios, bajo su autoridad y cuidado; aunque si es necesario tengamos que padecer por un poco de tiempo algunas aflicciones en el presente siglo. Porque hemos sido hechos hijos y herederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados (Romanos 8:17). Fusionados con el destino del Hijo de Dios. Vinculados a él para siempre. Predestinados para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Vidas con destino dentro del reino en el que ya vivimos como hijos de Dios. Pero sigue habiendo «hijos del malo». Cizaña en medio del trigo. Por lo cual habrá una batalla hasta la manifestación del reino mesiánico en la tierra, donde los hijos serán manifestados en gloria.

         Hemos sido trasladados al reino como hijos de Dios por su soberana voluntad y una nueva naturaleza para dar fruto que honre al rey.

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