28 – LA LUCHA INTERIOR – El profeta Ezequiel sobre Edom (4)

Lucha interiorEl profeta Ezequiel sobre Edom (IV)

Por cuanto has dicho: Las dos naciones y las dos tierras serán mías, y las poseeremos, aunque el Señor estaba allí  (Ezequiel 35:10 LBLA).

El salmista dijo en cierta ocasión: Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti (Sal. 19:14). Toda la Escritura enseña sobre la trascendencia de nuestras palabras delante de Dios. Jesús dijo que de lo que hay en el corazón habla la boca. Muerte y vida están en poder de la lengua, y comeremos de su fruto: vida o muerte. Somos salvos por la confesión de nuestros labios, después de creer con el corazón y arrepentirnos de nuestros pecados. En muchas ocasiones la palabra hablada nos viene devuelta con retribución. Te has enlazado con las palabras de tu boca, por tanto, el sabio nos insta a no dar sueño a nuestros ojos hasta quedar libres del lazo de una palabra inoportuna que nos ha esclavizado (Pr. 6:2-5).

Hay palabras que Dios no puede soportar, son como puñales que penetran en el cielo y provocan una reacción inmediata. Recordemos las palabras de Ananías y Safira delante del Espíritu de Dios y el apóstol Pedro. También las del enviado por el rey de Asiria para conquistar Jerusalén en días del rey Ezequías (Is. 37:23-24). Las palabras cargadas de soberbia son una afrenta al Dios de Israel. Uno de los mandamientos es: no tomar el nombre de tu Dios en vano.

Esaú, desde bien temprano, menosprecio y habló mal de la herencia del Señor, la primogenitura. En el texto que estamos meditando la palabra que ofendió a Dios fue esta: Las dos naciones y las dos tierras serán mías, y las poseeremos. Seguramente se refería al reino del norte (Israel), que ya estaba en el cautiverio asirio; y al reino del sur (Judá), que había sido llevado al cautiverio por Babilonia. Edom quiso aprovechar la situación y apropiarse de la tierra que el Señor dio a Abraham y su descendencia atrayendo la ira de Dios sobre sí mismo.

Aún en los momentos de máxima debilidad de Israel, el Señor mantiene su promesa de la tierra a su pueblo, y es celoso en gran manera sobre aquellos que pretenden apropiársela, menospreciando su voluntad. Los medios de comunicación deberían tomar buena nota y no dejarse engañar por la propaganda islámica actual. Hay palabras que ofenden a Dios porque ponen en duda su soberanía y sus promesas. El resultado lo vemos en el siguiente versículo: Por tanto, vivo yo —declara el Señor Dios—, haré contigo conforme a tu ira y conforme al celo que mostraste a causa de tu odio contra ellos [Israel], y me haré conocer entre ellos cuando te juzgue (Ez. 35:11 LBLA).

         Nuestras palabras, opuestas a la voluntad de Dios y su pueblo, se volverán contra nosotros. El hombre sabio teme ante el Dios de Jacob.

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