25 – LA REDENCIÓN (Fin de la Serie) – El pecado reinó ahora reina la gracia

La locura de la cruzEl pecado reinó, ahora reine la gracia

Para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señor  (Romanos 5:21 LBLA)

La gracia es más fuerte que el pecado. Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia. Aunque nuestro mundo parece mostrar lo contrario, el reino de la gracia tiene más poder que el reino del pecado y de la muerte.

Aunque los sistemas religiosos levanten sus edificios sobre el legalismo de la ley tratando de frenar la acción pecaminosa del hombre no tienen la fuerza para producir el fruto de justicia, ese fruto proviene de la gracia. El temor al castigo de la ley no engendra resultados duraderos. Sin embargo, el amor que brota del reino de la gracia transforma nuestros corazones, produce un eterno peso de gloria, manifiesta la misericordia de Dios y el amor por la verdad y la justicia.

El apóstol Pablo coloca el reino de pecado en el pasado de la vida del hijo de Dios. A la vez trae al presente el gobierno de la gracia. Y esto es posible por la justicia de Dios, realizada por la redención de Jesús, y aplicada a nosotros, los que recibimos la abundancia de la gracia y del don de la justicia (Rom.5:17). Hemos pasado de muerte a vida. Estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la humanidad, El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo, que El derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna (Tito 3:4-7).

Y todo ello, −el gran edificio de la salvación−, construido en lo alto del monte de la Calavera, donde se levantó una cruz para colgar al justo, el substituto, nuestro substituto, y que pudiera levantar un reino que no tiene fin. El centro de todas las cosas está en la persona y la obra de Jesús. La redención, −que nos ha hecho justos y herederos del reino−, contiene el potencial de vida para trasladarnos del dominio de las tinieblas, al reino de su Amado Hijo (Col.1:13).

Ese cambio de dominio, reino y constitución ha hecho de aquellos que son hijos del pacto, un reino de reyes y sacerdotes, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios; para anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable, y cantar las alabanzas del Cordero de Dios, el que nos ha comprado y redimido para Dios su Padre.

         Los triunfos de la cruz están recogidos en nuestra redención. Amén.

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