INGRATITUD – Idolatría y juicio (8)
Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén (Romanos 1:24,25).
La Escritura revela con claridad el rápido proceso degenerativo del mal una vez que entramos en la espiral de pecado. Tal es así, que cuando se enseña sobre el milenio donde estará ausente Satanás, atado por mil años, por tanto, neutralizada su naturaleza de engaño, robo y muerte, una vez soltado, en poco tiempo las mismas naciones que vivieron bajo el reino del Mesías se unirán a él en la última batalla. Lo vemos en la generación de Noé, cuando el Señor vio, poco después de la caída en pecado, que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (Gn.6:5). Y así encontramos el mismo proceso en múltiples generaciones posteriores. También en la nuestra.
Una vez que el juicio por no adorar al Creador, sino entregarnos a toda clase de idolatría, nos conduce a la inmundicia, vemos un aspecto que viene a predominar la vida de los hombres: cambiar la verdad por la mentira. Cuando las verdades absolutas y esenciales son erradicadas de una sociedad entramos en el relativismo donde cualquier comportamiento puede ser aceptado con normalidad. El poder de la mentira se adueña de las relaciones humanas engendrando oscuridad y fealdad, apagando la belleza de la creación de Dios convirtiendo al hombre en su peor enemigo. Asistimos perplejos a la inmensidad del dominio de la mentira a través de los medios de comunicación que inventan cualquier relato para establecer una falsa realidad en consonancia con los poderes económicos y financieros, que a su vez dominan el poder político, judicial y sanitario. Es lo que vemos desde que se dio inicio a las medidas de una mal llamada pandemia.
La mentira ha predominado en el relato oficial sembrando el terror en la población que confiada en sus gobernantes lo asumió, entrando en psicosis y neurosis que ha producido más daño que el propio virus. La solución no era la vacuna, como dijeron. Las pruebas de diagnóstico no son fiables como venden los medios para inventar ola tras ola a conveniencia de élites globalistas sin escrúpulos. La falta de verdad ha llevado a la industria farmacéutica a ser eximidos de toda responsabilidad en los innumerables efectos secundarios. El engaño ha prevalecido deshonrando a Dios y entregándose al padre de la mentira, cuya naturaleza predomina hoy en la escena política y social.
La ingratitud al Creador produce un Himalaya de burdas mentiras.