Llenos del Espíritu para servir a las viudas
Por tanto, hermanos, escoged de entre vosotros siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea (Hechos 6:3).
La multiplicación de los discípulos en la congregación de Jerusalén trajo consigo una queja por desatender a las viudas de los judíos helenistas en favor de los judíos nativos. Debemos pararnos y meditar lo siguiente: una congregación en crecimiento y guiada por el Espíritu no está exenta de cometer errores prácticos. En medio de un movimiento espiritual pueden surgir quejas. Así fue en la iglesia primitiva. Las viudas eran desatendidas y eso causó malestar. Lo llamativo de este episodio, creo yo, es que el tema fue lo suficientemente importante como para que los doce convocaran a toda la congregación de los discípulos y buscaran una solución al problema presentado.
Las tareas prácticas y sociales no debían estorbar el avance de la predicación de los apóstoles, pero tampoco ser desatendidas, por lo que pidieron a los hermanos que buscaran de entre ellos a siete varones para encomendarles la tarea. Y aquí es donde vemos algunos de los procedimientos que formaban parte de la incipiente congregación. Quiero llamar la atención sobre algunos de ellos.
Primero, los apóstoles no descuidaron su cometido principal de anunciar el evangelio. «No es conveniente que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir mesas».
Segundo, eso no significó que servir las mesas fuera una labor menor que no debían atender debidamente, sino que tomaron una decisión de gran calado para resolverla.
Tercero, lo sabemos porque escogieron a hombres que debían reunir cualidades especiales para una labor que hoy nos podría parecer menor: «escoged de entre vosotros siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea». Un nivel de exigencia que sorprende.
Cuarto, los apóstoles no escogieron «a dedo» o por nepotismo a los siete varones, sino que esa decisión la encomendaron a los discípulos; no ejercían con autoritarismo, sino que lo propuesto fue llevado a la asamblea para su aprobación. Una vez aprobados por la asamblea fueron presentados ante los apóstoles, que después de orar, pusieron sus manos sobre ellos (Hch.6:6).
Mientras tanto, los doce seguirían entregados a la oración y el ministerio de la palabra. Así la palabra de Dios crecía, y el número de los discípulos se multiplicaba en gran manera en Jerusalén.
La llenura del Espíritu Santo es también para servir a las viudas en las mesas diarias de distribución de alimentos.