HOMBRES DE VERDAD (4) – Propósito

Hombres de verdadHOMBRES DE VERDAD – Propósito

Pero tú has seguido mí… propósito  (2 Timoteo 3:10).

Desde que Pablo fue transformado por el Señor en el camino a Damasco el propósito de su vida cambió radicalmente. Había sido antes blasfemo, perseguidor y agresor. Sin embargo, «se me mostró misericordia porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad» (1 Timoteo 1:12-13). Ese día en la biografía personal de Saulo de Tarso hizo dos preguntas, que con sus respectivas respuestas, cambiaron la historia de su vida y la de millones de personas posteriormente. Las preguntas fueron estas: «¿Quién eres, Señor?» y «¿Qué quieres que yo haga?».Y las respuestas: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues». La segunda vino a través del discípulo Ananías. «Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha asignado para que conozcas su voluntad, y para que veas al Justo y oigas palabra de su boca. Porque testigo suyo serás a todos los hombres de lo que has visto y oído» (Hechos 22:6-15).

En otra ocasión, ante el rey Agripa, lo explicó así: «Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor me dijo: Yo soy Jesús a quién tu persigues. Pero levántate y ponte en pie porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo… para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados. Por consiguiente, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, sino que anunciaba… que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento» (Hechos 26:14-20).

Sin duda alguna, Pablo fue obediente a la visión celestial, y ahora le pide a Timoteo que la mantenga, que siga el mismo propósito, porque en Pablo estaba personificado el propósito de Dios como discípulo de Jesucristo, incluyéndonos a nosotros también. Lo hemos complicado mucho. Queremos ser originales, pero no hay ninguna originalidad en el propósito de Dios, ya está revelado y fijado para todas las generaciones hasta que Jesús regrese. Pablo fue fiel a la voluntad de Dios y la expresó de tal forma que aún hoy sigue conmoviéndonos: «Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios» (Hechos 20:24 RV60). Al final de su vida pudo decir: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe» (2 Timoteo 4:7). Propósito.

         Ahora le toca a Timoteo, y en él a todos nosotros, ministros del evangelio, mantener y seguir el propósito que tuvo Pablo dado por Dios mismo. Los hombres de verdad en los últimos tiempos mantienen el propósito apostólico sin adulterarlo.

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