No glorificaron a Dios – Generaciones perdidas
Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a YHVH, ni la obra que él había hecho por Israel (Jueces 2:10).
Las generaciones van y vienen (Eclesiastés 1:4), y encontramos en la Escritura que pueden tener un carácter predominante. Hay actitudes que marcan el devenir histórico de generaciones enteras. Como si de una corriente eléctrica se tratase, algunos rasgos distintivos pueden apreciarse en una misma generación. La que salió de Egipto, habiendo visto las señales poderosas que el Señor hizo ante sus ojos, se perdió en el desierto y no pudieron entrar en la tierra prometida. La queja marcó su destino. La incredulidad y desobediencia fueron su nota predominante que selló el rumbo de millones de personas. Solo Caleb y Josué pudieron romper el hechizo y juicio que cayó sobre aquella generación.
La conducta repetitiva de ingratitud y queja, no solo perjudicó a Moisés impidiéndole entrar en las promesas, sino que Dios mismo estuvo disgustado contra aquella generación, que siempre anduvieron vagando en sus corazones y no conocieron sus caminos (Hebreos 10:7-10). Esa actitud corrosiva levantó un juramento en el cielo que les impidió entrar en el reposo. Ni reposaron en el desierto ni pudieron entrar en el descanso que siguió a la conquista de Canaán (Hebreos 3:11). La misma exhortación se mantiene en pie para que no haya en nosotros corazón malo de incredulidad para apartarnos del Dios vivo. Debemos exhortarnos los unos a los otros para no ser endurecidos por el engaño del pecado (Hebreos 3:12,13).
Pues bien. Se levantó una nueva generación, nacida en el desierto, que entraron a la tierra del pacto, junto con algunos supervivientes de la anterior: Caleb y Josué. Siempre hay interrelación generacional. Y una vez que toda aquella generación, dice nuestro texto, fue reunida a sus padres, se levantó otra después de ellos que no conocía al Señor, ni la obra que él había hecho por Israel. Es asombroso como pueden olvidar los hijos tan rápidamente las obras de sus padres. Asentados en la paz y bienestar que le siguió al tiempo de gran sufrimiento y lucha para conquistar la tierra, pronto se apartaron de las palabras del pacto para dejarse contaminar por las formas de vida idólatras de sus vecinos. Israel entró en apostasía y con ella nuevamente la esclavitud y la opresión de sus enemigos que se hicieron fuertes y dominadores. La ingratitud que siguió al esfuerzo y fe de sus padres los devolvió a la derrota y disolución que siempre acompaña a esa actitud hedonista. Como en la España actual después de los esfuerzos anteriores.
Los hijos recibimos una herencia de nuestros padres que si no sabemos apreciar en sus valores seremos víctimas de la ingratitud desintegradora.