Se escondieron de la presencia de Dios
Y oyeron al Señor Dios que se paseaba en el huerto al fresco del día; y el hombre y la mujer se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del huerto (Génesis 3:8)
Con el descubrimiento de su desnudez y vergüenza una nueva consciencia de sí mismos se hizo presente en las vidas de Adán y Eva. La llamada edad de la inocencia se había perdido. Precisamente es en la adolescencia donde mayores conflictos tenemos porque alcanzamos una nueva consciencia de nosotros mismos y del entorno que nos rodea; en este tiempo comienzan los complejos y las perturbaciones por las opiniones de otros.
Adán y Eva aún mantenían la consciencia de Dios, la cercanía de su presencia, por tanto, oyeron al Señor Dios que se paseaba en el huerto al fresco del día. Viéndose desnudos y conscientes de la desobediencia cometida, se sintieron culpables, y la culpa los llevó a esconderse de Dios. Vano intento. ¿Adónde me iré de tu Espíritu, o adónde huiré de tu presencia?… ni aún las tinieblas son oscuras para ti… (Sal. 139:7-12).
Precisamente es en la adolescencia donde muchos chicos se alejan de Dios después de haber vivido una infancia cercana en su fe. La activación de la consciencia humana tiene un componente de esclavitud, de reafirmación propia, por tanto, de esconderse para no ser vistos. Las máscaras toman su lugar, todo tipo de disfraces, y vestidos para cubrirse escondiendo lo que nos avergüenza y da miedo.
Sin embargo, la voluntad de Dios es buscar al hombre y llamarle: Y el Señor Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás? (3:9). Su respuesta fue: tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí (3:10). El temor había entrado a formar parte de la vida humana.
Veamos el proceso. El engaño y la tentación nos introducen en una vida alejada de Dios, nos da un conocimiento del ocultismo que nos domina, se cae el vestido de gloria y nos hallamos desnudos, avergonzados, escondiéndonos de la presencia de Dios por el temor que nos ha invadido. A partir de ese momento la voluntad soberana de Dios emite su juicio, sin dejar de llamar y buscar al hombre. Los mismos patrones se van a desarrollar a lo largo de toda la Escritura. La Biblia es la historia del hombre: su caída, su restauración y su regreso al plan predeterminado por Dios.
El hombre alejado y escondido de Dios no es consciente de su propia desnudez, vergüenza y temor; sigue haciendo hojas de higuera y delantales para cubrirse.