92 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaVagaron por el desierto, por lugar desolado, no hallaron camino a ciudad habitada; hambrientos y sedientos, su alma desfallecía en ellos. Entonces en su angustia clamaron al Señor, y El los libró de sus aflicciones; y los guió por camino recto, para que fueran a una ciudad habitada  (Salmos 107:4-7).

         Toda la Escritura es útil, inspirada, viva y eficaz. Contiene modelos a seguir, sabiduría, aprendizaje a través de la vida de otros. Es un espejo para mirar, una antorcha que alumbra en lugar oscuro, una fuente de revelación y vida para dar consuelo y esperanza a los caminantes. Porque la vida es un camino, en muchos casos desértico, desolado, que conduce a todo tipo de necesidad en el hombre. Hay desfallecimientos del ánimo. Desorientación. Falta de sentido. Aridez. Todo lo contrario a lo que en su día abrigamos como romántico, idílico, brillante. Entonces llegamos a nosotros mismos. Nos vemos tal como somos, en nuestra desnudez e impotencia. Insuficientes. Desvalidos. Necesitados. Y en ese «entonces», en la angustia, comprendemos, volvemos en sí, como el hijo pródigo, y nos decimos: he malgastado mi vida, he vivido en deleites y placeres para terminar cuidando cerdos. Y levantándonos regresamos a la casa del Padre. Clamaron en su angustia al Señor, y El los libró de sus aflicciones; y los guió por camino recto, para que fueran a una ciudad habitada. Todavía podemos aprender. Está escrito como ejemplo y para nuestra enseñanza (1 Corintios 10:6,11). Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones… como en el día de la prueba en el desierto (Hebreos 3:7,8). Somos extranjeros y peregrinos en la tierra. Nuestro destino es la ciudad celestial.

         Padre, gracias por tu bondad y misericordia para con los hijos de los hombres. Guíanos a ciudad habitada por el camino de Jesús. Amén.

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