Oh Señor, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina hacia mí tu oído; el día en que te invoco, respóndeme pronto (Salmos 102:1,2).
El libro de Salmos ha sido escrito por diversos autores, pero se puede ver en ellos un denominador común: la necesidad de buscar a Dios en el día de la angustia. Nuestro hombre sufre, desmaya, y expone su necesidad ante el Señor. A veces pensamos que buscar a Dios en los días malos es un acto de egoísmo y parcialidad, los salmistas no pensaban así. Dios quiere que clamemos a Él (Jeremías 33:3) para respondernos. Si no lo hacemos evitamos la acción del cielo a nuestro favor, andaremos en nuestros recursos y limitaciones. La Biblia nos enseña a buscar a Dios para vivir. El razonamiento humano nos dice: «para qué orar si el Señor ya conoce nuestras necesidades». Peor aún, la iglesia vive bajo este pensamiento erróneo confirmado por las exiguas reuniones de oración que tenemos. Nuestro país está en extrema necesidad, y el pueblo no busca a Dios. Mantenemos nuestra soberbia. Nuestra vida espiritual está bajo mínimos. Santiago, un hombre de oración, nos dice: ¿Sufre alguno entre vosotros? Que haga oración. ¿Está alguno alegre? Que cante alabanzas (Santiago 5:13).
Padre amado, clamamos a ti en favor de Israel y España. Estamos en angustia, inclina tu oído y respóndenos pronto, en el nombre de Jesús. Amén.