Cazador y pacífico
Los niños crecieron, y Esaú llegó a ser diestro cazador, hombre del campo; pero Jacob era hombre pacífico, que habitaba en tiendas (Génesis 25:27)
Hemos dicho en un capítulo anterior que en la Escritura hay una diversidad de figuras, símbolos, tipos, parábolas, hipérboles y tantas otras figuras retóricas, además de que podemos sacar enseñanzas múltiples de episodios históricos y aprender de la biografía de los hombres de Dios que llenan el contenido bíblico. Nosotros no queremos espiritualizar demasiado, aunque encontramos verdades escondidas detrás de realidades físicas, pero en este caso, creo que podemos, sin retorcer la Escritura, ver una analogía en los dos hijos de Rebeca.
Curiosamente, Esaú se dio a la caza, era un hombre cazador, vigoroso, —Nimrod también lo fue—, con iniciativa propia, dispuesto a aceptar desafíos apoyado en sus habilidades. Por su parte Jacob se nos presenta como un hombre pacífico, casero, que habitaba en tiendas. Me recuerdan a Marta y María. La primera siempre dispuesta a la acción práctica, la segunda a la meditación. También recuerdo una de las bienaventuranzas: Bienaventurados los pacificadores.
Pues bien, el hombre carnal siempre está dispuesto a la acción, tiene iniciativas propias, se siente fuerte la mayor parte de las veces y desarrolla múltiples proyectos fundamentados en la fuerza de su personalidad y carácter. Por su parte el hombre espiritual, el que ha nacido de Dios tiende a la contemplación, la meditación, el recogimiento, la espiritualidad. Aunque ello no excluye la acción, pero siempre mostrando la necesidad de ser guiado y dependiente.
La Biblia nos dice: Andad en el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne. El hombre nuevo sabe que depende de la dirección del Espíritu, de la guía del Espíritu, de ser llevado por el Espíritu. De lo contrario sabe que puede equivocarse, extraviarse o ser engañado. Isaac y Rebeca tenían en su casa la manifestación diversa de sus hijos. Ambos eran queridos por uno de los cónyuges. Isaac amaba a Esaú porque le gustaba lo que cazaba, pero Rebeca amaba a Jacob (Gn. 25:28).
Ya he dicho que no todo encaja cuando hacemos interpretaciones espirituales de personajes bíblicos, pero creo que nos puede servir para echar luz sobre la lucha que muchas veces experimentamos en nuestro interior como hijos de Dios. En una misma casa, la de los patriarcas, ya existía esta tensión. Tenemos también este conflicto en nuestro desarrollo como cristianos, es consustancial a la vida recibida.
Dentro de nosotros mismos albergamos un cazador/depredador, y un pacífico/contemplativo. El crecimiento de ambos dependerá de su alimentación.