No recuerdes contra nosotros las iniquidades de nuestros antepasados; venga pronto a nuestro encuentro tu compasión, porque estamos muy abatidos. Ayúdanos oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; líbranos y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre (Salmos 79:8,9).
Toda sociedad y nación es el resultado de la historia que le precede. Si en el pueblo de Israel, −el pueblo de Dios−, predominó la iniquidad en muchos de los episodios de su historia, siendo el pueblo del pacto, y habiendo recibido la revelación de la ley moral, ¿cuánto más las demás naciones estamos hastiados de maldad? En nuestro país, −España−, tenemos un bagaje de idolatría, orgullo, antisemitismo, envidia (que es carcoma de los huesos), divisiones, luchas fratricidas, persecución de la verdad, labios inmundos, abortos, leyes impías legisladas contra la ley de Dios… ¿Qué podremos esperar sino juicio? Es un misterio de la gracia que hayamos prosperado un tiempo, para volver a caer en el abismo de las iniquidades de nuestros antepasados. Nos queda apelar de corazón a la misericordia de Dios para que no recuerde nuestras iniquidades, que venga pronto a nuestro encuentro con compasión, porque estamos muy abatidos. Nos queda la gracia donde ha abundado el pecado (Romanos 5:20). Y saber que hay redención, por la sangre de Jesús, de la vana manera de vivir heredada de nuestros padres y antepasados (1 Pedro 1:18,19).
Padre, por amor de tu nombre libra y perdona a Israel, y a nosotros, de nuestros pecados, redímenos por la sangre de Jesús. Amén.