El primer concilio presidido por el Espíritu
Y Dios que conoce el corazón, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo, así como también nos lo dio a nosotros; y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones (Hechos 15:8-9).
El evangelio había traspasado las fronteras de Israel y llegado a los gentiles. Lo vimos en casa de Cornelio y ahora con el primer viaje misionero de Pablo y Bernabé se amplió. Con ello vinieron los primeros desacuerdos serios a la iglesia primitiva. Se levantó un grupo muy fuerte, llamados los judaizantes, que no estaban dispuestos a aceptar la aparente simplicidad del evangelio y querían que los gentiles fueran sumergidos en la cultura y tradiciones judías. El tema del conflicto fue la circuncisión. Este grupo, aferrado a cierto contenido bíblico, quería imponer la necesidad de circuncidarse para ser salvos. Es decir, negaban el potencial del evangelio para salvar al hombre y vinculaban la salvación a la necesidad de hacerse judío mediante el rito de la circuncisión y guardar la ley de Moisés. Curiosamente la historia posterior daría la vuelta a esta postura obligando a los judíos a dejar de serlo para hacerse cristianos una vez que los gentiles fueron mayoría en la iglesia de los siglos posteriores, pero eso es otra historia, bien larga y triste.
Hubo tal discusión por este tema que Pablo y Bernabé decidieron ir a Jerusalén para tratar la cuestión con los apóstoles y ancianos. Se convocó lo que podíamos llamar el primer concilio, y después de mucho debate, se levantó el apóstol Pedro contando lo que había vivido en casa de Cornelio y que ya había comprendido perfectamente. La clave para que Pedro entendiera el gran conflicto que se había presentado en aquel momento fue ver que Dios había dado testimonio, aceptando a los gentiles, dándoles el Espíritu Santo. Es decir, la señal inequívoca de que los gentiles habían sido aceptados por Dios sin la necesidad de ser circuncidados y guardar la ley ritual y ceremonial de Moisés (no así la ley moral, plenamente vigente) era que Dios les había dado el Espíritu de la misma manera que lo habían recibido el día de Pentecostés.
Dios no había hecho ninguna distinción entre judíos y gentiles, sino que la fe había purificado los corazones de quienes habían vivido lejos de la ley de Dios. Pedro está reconociendo que en casa de Cornelio el Espíritu Santo se manifestó a los gentiles de la misma manera que a los apóstoles en el Aposento Alto. Y si Dios había dado testimonio mediante el Espíritu, sin que los gentiles fueran circuncidados, era señal evidente de que sus corazones habían sido purificados por la fe en el rey de los judíos.
El Espíritu Santo dirigía la iglesia del primer siglo incluso cuando había posturas enfrentadas. Vivir llenos del Espíritu resuelve los desacuerdos.