EL REINO VENIDERO (39) – El Mesías recibido (13)

El reino venideroEl Mesías recibido (13)

No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces ellas se acordaron de sus palabras (Lucas 24:6-8)

Todo el proceso de la entrega de Jesús en manos de hombres pecadores estaba previamente determinado. Era necesario que todo ello aconteciese. Sin embargo, la iglesia ha insistido a lo largo de los siglos en cargar la culpa de la muerte del Mesías sobre el pueblo judío. Se le ha llamado el pueblo deicida. Se ha incidido una y otra vez en el argumento de que rechazaron al Salvador y recibieron la ira y el rechazo divino. Hemos visto en la anterior meditación cómo el pueblo le seguía para oírle con verdadero anhelo hasta horas antes de su muerte. Una parte del pueblo fue manipulado por las autoridades quedando bajo un hechizo paralizador que los llevó a gritar: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!

Los evangelios muestran que era el tiempo de las tinieblas. Una densa oscuridad se posó sobre la ciudad de Jerusalén que, usando la voluntad predispuesta de gran parte de sus autoridades políticas y religiosas, llevaron al reo a la cruz con la pretensión de frenar el alcance masivo que había tenido su mensaje entre las multitudes. Pero todo ello aconteció tal y como estaba escrito, y que él mismo había anunciado a sus discípulos en diversas ocasiones. ¡Era necesario que el Hijo del Hombre fuera entregado!

Los suyos habían pensado y esperaban que él habría de redimir a Israel (Lucas 24:21). El Maestro tuvo que repetirles, una vez resucitado, las mismas palabras: ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? (24:26). Y poco después volvió a repetirlo, ―observa las tinieblas que fueron echadas sobre esta verdad eterna― a los mismos discípulos de Emaús: Éstas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos (24:44).

Jesús fue entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios (Hechos 2:23) para poder redimir al mundo. Esta obra, preparada de antemano por la soberana voluntad de Dios, fue consumada en Jerusalén. Algunos participaron en ella deliberadamente (Judas y las autoridades religiosas y políticas); otros fueron arrastrados al error, y más tarde tuvieron ocasión para el arrepentimiento (Hechos 2:37); y algunos más siguen culpando a los judíos por lo sucedido obstinados y entenebrecidos.

Es necesario recordar que había un motivo redentor para que el Mesías fuese clavado a un madero y levantado en resurrección: nuestra salvación.

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