42 – LA LUCHA INTERIOR – Obediencia imperfecta es desobediencia

Lucha interiorObediencia imperfecta es desobediencia

Saúl derrotó a los amalecitas… Capturó vivo a Agag, rey de los amalecitas, y destruyó por completo a todo el pueblo a filo de espada. Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas, de los bueyes, de los animales engordados, de los corderos y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir por completo; pero todo lo despreciable y sin valor lo destruyeron totalmente  (1 Samuel 15:7-9 LBLA).

No podemos servir a Dios y a las riquezas. La vida cristiana es rendición completa a la voluntad de Dios. No hay medias tintas en el mensaje del evangelio. No podemos vivir para Dios con un corazón dividido. La doblez confunde. El doble ánimo nos debilita. Debatirse entre dos pensamientos solo puede conducir al levantamiento del culto a Baal. La permisividad es el comienzo del reinado de la carne. Podemos engañarnos con medias verdades, con argumentos sutiles, pero el corazón desobediente acabará llevándonos a una rebelión abierta. Jesús dijo: El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna (Jn.12:25).

El llamamiento al discipulado no tiene ambigüedad posible. Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo (Lc. 14:33). Pero siempre hay un Saúl dentro de nosotros que nos lleva a separar las cosas. Pensamos que la obediencia a Dios debe ser acorde a nuestros razonamientos humanos. Y estos nos dicen que hay cosas que son aparentemente buenas y no debemos ser tan «fanáticos» en desechar aquello que luego podremos usar «para la gloria de Dios». Falso. Nos engañamos a nosotros mismos.

La orden de Dios a Saúl era clara: Destruye por completo todo. Lo hizo en parte. Estuvo dispuesto a realizar la voluntad de Dios,  no estamos ante una rebelión abierta, sino encubierta. A veces queremos mostrar nuestra obediencia pero nos dejamos lo mejor para nosotros mismos. Saúl perdonó al rey Agag, lo mejor de los animales, y todo lo bueno. Parecería que el rey de Israel era más benevolente que el mismo Dios. Incluso más práctico. ¡Para qué destruir lo bueno y útil! ¡Qué osadía! ¿Somos mejores que Dios?

Saúl quiso ganarse al rey de los amalecitas, le impresionó su aspecto imponente, y viendo lo mejor del ganado y las cosas buenas pensó que serían útiles, pero Dios lo había desechado. Ananías y Safira pensaron igual quedándose una parte, aunque aparentaban entrega total. Dios no puede ser burlado.

         Una obediencia imperfecta, aunque tenga cierta carga de aceptación religiosa, no puede agradar a Dios. El Señor demanda obediencia completa.

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