En los Salmos (XXII) – La exaltación de su reino
Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre… Tu reino es reino de todos los siglos, y tu señorío en todas las generaciones (Salmos 145:1,13)
Acabamos nuestro recorrido por el libro de Salmos reiterando lo que ha sido un mensaje repetitivo: el Rey gobierna desde Sion sobre todas las naciones y por todas las generaciones. El reconocimiento de este hecho universal no puede sino elevar la adoración incondicional de todos aquellos que reconocen su señorío y autoridad exaltándole eternamente y para siempre.
La piedra que habían desechado los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo y piedra angular de un nuevo edificio, no hecho de manos, sino eterno en los cielos (118:22) (2 Co.5:1).
En su regreso a la tierra será aclamado como Bendito el que viene en el nombre de YHVH (118:26) (Mt.23:39). Viene para sentarse en el trono de David y reinar sobre la casa de Jacob para siempre (Lc.1:32,33). Será recibido como el Rey de Israel (Jn.12:31). La bendición de Dios es derramada desde Sion (134:3). Su reino es reino de todos los siglos, y su señorío en todas las generaciones (145:13). Reinará YHVH para siempre; tu Dios, oh Sion, de generación en generación. Aleluya (146:10). Los hijos de Sion se gozarán en su Rey y Hacedor (149:2). Se regocijarán los santos en su gloria porque el día de la venganza del Señor ha llegado, el juicio que había sido decretado se ejecutará sobre sus enemigos; y esto será para gloria de todos sus santos. Aleluya (149:5-9). Se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es YHVH a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación (Isaías 25:9).
Los redimidos de entre los gentiles estamos conectados con las promesas y pactos dados a Israel mediante la fe en el Mesías. Hemos sido injertados en el buen olivo para ser copartícipes, coherederos y miembros de la familia de Dios. Nosotros que en otro tiempo estábamos lejos, pero que ahora hemos sido acercados mediante la sangre de Jesús. En otro tiempo no éramos pueblo, pero ahora somos pueblo; como lo fue Rut al unirse de forma indisoluble con su nuera Noemí. Esta fue su declaración: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y adondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios (Rut 1:16).
Necesitamos identificarnos hoy con Israel. Tenemos un mismo destino, una misma esperanza, porque todas las promesas de Dios son en Cristo, sí; y en él, Amén.
La exaltación del Rey ha sido consumada en el cielo. Ahora debemos hacerlo en la tierra, mientras esperamos su venida para reinar en Sion.