146 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLos profetas de Israel (XXXIII) – Isaías (19)

Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán… el cojo saltará como un ciervo, y cantara la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de agua (Isaías 35:5-7)

         «¡¡¡Entonces!!!» Una conjunción que pone de manifiesto el cambio que se produce a partir de ahora. Enfatiza el giro que cobran los acontecimientos. Después de un tiempo de soledad, desierto y yermo en la vida de muchos de los redimidos del pueblo de Dios, toma lugar un cambio que lo transforma todo. El lamento cambia en baile. La tristeza en regocijo. La persecución desaparece. El vituperio de la cruz encuentra el gozo del Amado. Se despliega en toda su fuerza la expansión del reino y sus obras. Las primicias dan lugar a la plenitud. La soledad experimentada largo tiempo, y el dolor causado por el desprecio dan lugar ahora a una explosión de regocijo inusitado.

La fuerza de la presencia de la gloria de Dios disuelve en un instante los siglos de rechazo. Ha llegado el reino. «Entonces», las obras de Dios se multiplican como nunca antes, y los ojos de los ciegos son abiertos; los oídos de los sordos se abren; el cojo salta como ciervo; y la lengua del mudo entona cánticos libertadores. Toda una nueva realidad física en un reino terrenal. Pero no solo eso. El pueblo endurecido con ceguera por haber visto, sin ver; haber oído, sin oír; y no haber invocado el nombre que desconocían, ahora su lengua es liberada para confesar, invocar el nombre del Señor, y todo aquel que lo hace es salvo.

Un tiempo Israel fue novilla indómita apartada de YHVH, y ahora serán apacentados como corderos en lugar espacioso (Os.4:16). Un tiempo Israel no entendía, pero ahora verán a quien traspasaron (Zac.12:10). Hay un día de salvación para el pueblo del pacto. Es día de regocijo y salvación, cuando los que otrora eran ciegos, sordos y mudos, ahora ven, oyen e invocan al Dios de su salvación. La soledad de Israel entre las naciones da lugar a torrentes de agua que saciará y sanará sus heridas. El Espíritu de Dios será derramado sobre toda carne, como dijo el profeta Joel; y los huesos secos recibirán el aliento de vida que llenará sus vidas de una fuente plena del Espíritu, como está escrito en el profeta Ezequiel.

Una vez más debemos comprender que el reino prometido a Israel es parte de la herencia que también disfrutará la iglesia del Señor, los redimidos del Cordero, el pueblo que no era pueblo, pero que ahora en Cristo, han sido hechos copartícipes, coherederos y conciudadanos. Estamos unidos a Israel en la misma esperanza mediante el Mesías.

         Los ojos y oídos de Israel serán abiertos para reconocer a su Mesías.

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