GRATITUD Y ALABANZA (52) – No glorificaron a Dios – Liderazgo maldito (3)

GRATITUD Y ALABANZA - 1No glorificaron a Dios –Liderazgo maldito (3)

Ve y di a Jeroboam: Así ha dicho YHVH Dios de Israel: Por cuanto yo te levanté de en medio del pueblo, y te hice príncipe sobre mi pueblo Israel… y tú no has sido como David mi siervo… sino que hiciste lo malo sobre todos los que han sido antes de ti, pues fuiste y te hiciste dioses ajenos e imágenes de fundición para enojarme… por tanto, he aquí que yo traigo mal sobre la casa de Jeroboam(1 Reyes 14:7-10).

La maldición nunca viene sin causa (Proverbios 26:2). Somos responsables de la deriva de nuestras vidas. Con nuestras propias acciones atraemos condenación o bendición. La historia de los pueblos está construida sobre una multitud de acontecimientos, sin embargo, hay sucesos que abren una puerta al mal, y una vez puesto en marcha es posible corregirlo, pero en esos momentos entra en juego la soberbia humana, la obstinación idólatra que nos atrapa en una espiral irrefrenable de perdición.

El rey Jeroboam, primer monarca del nuevo reino del norte, dividido por causa de la idolatría de Salomón, pronto inventó un nuevo sistema político-religioso para marcar la diferencia con los vecinos del reino del sur. Puso sacerdotes del pueblo sin ser de la familia de Aarón. Instituyó nuevas fiestas en fechas distintas a las dadas por el Señor a Moisés. Levantó dos lugares de culto falsos en Dan y Bet-el con sus respectivos becerros alejándose así del culto revelado por Dios a su pueblo en la ciudad de Jerusalén. Esas decisiones se consolidaron de tal forma que fueron transmitidas a las siguientes generaciones sin poder reconducir el rumbo. La maldición se abrió paso durante los posteriores reinados, con distintas dinastías, que repitieron el pecado de Jeroboam hasta su desaparición en el cautiverio asirio.

Dios envió profetas para que volvieran del error de su camino salvando de muerte el alma (Santiago 5:19-20). El primero nada más consumado el pecado de Jeroboam. Un profeta de Judá fue enviado para amonestarlo. Clamó contra el altar profano levantado por el rey, incluso, cuando este mandó prenderle extendiendo su brazo, la mano que había extendido contra él se le secó, y no la pudo enderezar. Señales que confirmaban la decisión tomada en el trono celestial que liberó el juicio, la maldición, sobre aquel antiguo reino.  Incluso el Señor envió a Elías y Eliseo, dos de los profetas más impresionantes de la Biblia, que también fracasaron en su deseo de reconducir el destino maldito de un reino que comenzó en la voluntad de Dios.

¡Que nos hace pensar que Dios ha cambiado! Los mismos pecados, la misma obstinación e idolatría, obtendrán los mismos resultados más pronto o tarde. Dios envía juicios a la tierra (Isaías 26:9). Nuestra generación ha superado los límites ampliamente.

         Un líder que libera la maldición atraerá quebranto para muchos.

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