GRATITUD Y ALABANZA ( 22 ) – Sacrificio de alabanza ( 17 )

GRATITUD Y ALABANZA - 1Sacrificios de alabanza y gratitud (17)

¡Aleluya! Alabad al Señor desde los cielos; alabadle en las alturas. Alabadle, todos sus ángeles; alabadle, todos sus ejércitos. Alabadle, sol y luna; alabadle, todas las estrellas luminosas. Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos. Alaben ellos el nombre del Señor, pues Él ordenó y fueron creados; los estableció eternamente y para siempre, les dio ley que no pasará… (Salmos 148:1-6 LBLA). ¡Aleluya! Cantad al Señor un cántico nuevo: su alabanza en la congregación de los santos… Alaben su nombre con danza; cántenle alabanza con pandero y lira… (Salmos 149:1-3 LBLA). ¡Aleluya! Alabad a Dios en su santuario… Todo lo que respira alabe al Señor. ¡Aleluya! (Salmos 150:1,6 LBLA).

El final del libro de los Salmos culmina con una apoteosis exuberante y sublime. Los cinco salmos finales comienzan y terminan con un grito de júbilo y victoria: ¡Aleluya! Es en el libro de Apocalipsis donde vuelve este sonido de triunfo porque Babilonia ha caído y el Señor nuestro Dios, Todopoderoso, reina (Apocalipsis 19:6). Del mismo trono de Dios salió una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes. Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!

El salmista no solo eleva la voz, sino que su mirada está en las alturas, y desde ese lugar debemos alabar al Señor. La alabanza siempre nos eleva porque penetramos al lugar más alto. Que le alaben los ángeles, todos sus ejércitos, el sol, la luna y todas las estrellas luminosas. Alabadle los cielos de los cielos, también las aguas que están sobre los cielos, porque toda la creación fue ordenada y establecida eternamente y para siempre, les puso ley que no será quebrantada.

Luego la alabanza se expresa con un cantico nuevo en la congregación de los santos, encontramos las primicias de esta alabanza profética también en la generación de David, donde fluía la unción de Dios y la profecía en medio de la alabanza. Profetizaban con arpas, salterios y címbalos, bajo la dirección de Asaf, el cual profetizaba bajo las órdenes del rey, también Jedutún profetizaba con arpa, para aclamar y alabar al Señor (1 Crónicas 25:1-3). El salmista exhorta a que se alabe su nombre con danza, con pandero y lira en su santuario, terminando con el éxtasis final: Todo lo que respira alabe al Señor. Toda la creación que ha recibido aliento de vida debe alabar y dar gracias al Creador y Hacedor de todas las cosas. Porque Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos.

         La respuesta de las criaturas al Creador debe ser alabanza y gratitud por los dones recibidos; pero no siempre es así y sufrimos por ello.

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