El profeta Malaquías sobre Edom
Aunque Edom dice: Hemos sido destruidos, pero volveremos y edificaremos las ruinas, el Señor de los ejércitos dice así: Ellos edificarán, pero yo destruiré. Y los llamarán territorio impío y pueblo contra quien el Señor está indignado para siempre (Malaquías 1:4 LBLA).
La naturaleza del hombre carnal no puede ser domesticada. Una y otra vez se levanta sobre sus mismas ruinas y patrones de conducta. Una de las mayores frustraciones del cristiano es su lucha interior con la vieja y vana manera de vivir heredada de la naturaleza adámica y personificada en la vida de Esaú.
Aunque el hombre viejo ha sido destruido en la cruz del Calvario, −hemos sido unidos a Jesús en su muerte, sepultura y resurrección−, está al acecho, sin importarle el juicio que ha sido decretado sobre él. En cuánto tiene la ocasión se levanta para impedir que avancemos en los propósitos de Dios. Aunque hayamos tenido victorias sobre ciertas áreas de nuestra vida, debemos morir cada día —como diría Pablo— y no darle lugar a la carne hasta la redención final de nuestro cuerpo (Ro.8:23).
La misma obstinación encontramos en la naturaleza del reino de Edom. Recuerda: la obstinación es idolatría (1 Sam. 15:23). Y la idolatría nunca se cansa de rebrotar una y otra vez bajo los parámetros del hombre caído y los sistemas religiosos.
En el último de los profetas del Antiguo Testamento volvemos a encontrarnos con Edom. Malaquías habló de la destrucción del reino de Edom, pero volvió a levantarse en días de los macabeos, incluso se dice que fueron incorporados a la vida de Israel. Precisamente el rey Herodes era idumeo, gobernando Israel en días de la aparición del Mesías, opuesto al nacimiento de las profecías, queriendo matar a los niños judíos, siendo a la vez su rey. De esta forma tenemos la naturaleza edomita mezclada con el pueblo de la promesa. Carne y Espíritu queriendo hacer la misma obra. Imposible.
Dios está indignado contra este pueblo para siempre. No hay reconciliación posible. Dios aborrece a Esaú. Nosotros debemos aborrecer las obras de la carne y vivir llenos del Espíritu. Debemos saber que Esaú no se rendirá a pesar del juicio decretado sobre él. Aunque sea destruido por un tiempo vuelve a reaparecer. Por tanto, dice Jesús: Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil (Mr. 14:38).
Edom es un territorio impío que rebrota una y otra vez en el devenir de los pueblos, por eso el Señor está indignado contra él para siempre.