Sacrificios de alabanza y gratitud (2)
Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste. Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? (Salmos 8:3,4).
El hombre ha sido puesto en un entorno magnifico: la maravillosa creación de Dios. A medida que adquirimos consciencia del mundo que nos rodea; la armonía y belleza de todo lo creado; quedamos perplejos y henchidos por la hermosura que penetra por todos nuestros sentidos. El salmista lo está haciendo en este salmo. ¡Cuando veo tus cielos! En otro lugar dice: Alzaré mis ojos a los montes. Jesús enseña que la lámpara del cuerpo es el ojo, si nuestro ojo es bueno, todo nuestro cuerpo estará lleno de luz. Una mirada a la creación puede producir en nosotros alabanza y gratitud, o por el contrario, idolatría e ingratitud. Muchos han sido hechizados por el culto a los astros, la astrología y el horóscopo cuando miran los cielos. Fue lo que hicieron los antiguos caldeos o babilonios. Otros han hecho de las imponentes montañas un lugar de ídolos robándole la gloria al Dios Creador.
Nuestro salmista ve al Hacedor, al Altísimo, que se reveló a los patriarcas, reconociendo que su nombre es glorioso en toda la tierra y su gloria ha sido puesta sobre los cielos (8:1). También ve la precariedad del hombre, y se asombra que el Omnipotente Dios tenga de él memoria y lo visite, se manifieste a él a través de las cosas creadas, le haya hecho poco menor que los ángeles, coronado de gloria y honra, y le haya hecho señor sobre las obras de sus manos para que gobierne en la tierra (8:5,6). Nuestra respuesta a esta obra y misión dada por el Creador determina de qué espíritu somos. Podemos responder con gratitud y alabanza, o por el contrario con idolatría y rebelión.
Nuestra sociedad, mayoritariamente en lo que llamamos occidente, ha respondido con ingratitud, desprecio, arrogancia y egoísmo, haciendo del hombre el centro de todas las cosas. Apropiándose de los recursos con codicia y sucios negocios de las élites globalistas que acumulan la riqueza de las naciones para someternos a una tiranía al estilo de Nimrod en la llanura de Sinar. Sin embargo, los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (Salmos 19:1). Hay un pueblo bendito del Señor que reconoce que Él hizo los cielos y la tierra. Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres (Salmos 115:16). Este pueblo que reconoce las obras de Dios le alabará viviendo sus días con gratitud, cuidando de la tierra, que ha sido puesta a su cuidado para trabajarla y generar los recursos que supla sus necesidades.
Cuando vemos la gloria de Dios en su creación podemos responder con idolatría y rebelión, o por el contrario con gratitud y alabanza.