Sacrificios de alabanza y gratitud (1)
El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios (Salmos 50:23 RV-60).
La adoración en el tiempo de los patriarcas se centraba alrededor de un altar, en ese lugar se elevaban sacrificios al único Dios junto con la invocación de su nombre, las acciones de gracias y peticiones para ser guiado en su peregrinaje. Esos lugares eran centros de adoración y memoria por la revelación de Dios al caminar con Él. Lo hizo Noé y los padres de la nación hebrea: Abraham, Isaac y Jacob. Más adelante el Señor le dio a Moisés un modelo de sacrificios para realizar en el tabernáculo del desierto, que culminaría con la construcción del templo de Salomón en el lugar escogido por Dios para ello. Todo este ritual no era más que una sombra de la verdadera adoración que Dios manifestaría con la llegada del Mesías.
Preguntado por una mujer samaritana si debían adorar en un monte u otro, Jesús respondió: La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren (Juan 4:23,24). Esta revelación ya estaba presente en el Antiguo Testamento. Los verdaderos adoradores sabían que los sacrificios de animales eran provisionales y sombra de la verdadera adoración del corazón. El profeta Samuel sabía que obedecer es mejor que los sacrificios; y el prestar atención mejor que la grosura de los carneros (1 Samuel 15:22). Salomón entendía que los cielos no pueden contener al Altísimo, mucho menos la casa que él había construido. El mismo autor de nuestro salmo escribió que el Señor no tomará de tu casa becerros, ni machos cabríos de tus apriscos. Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados. Y concluye: Sacrifica a Dios alabanza (Salmos 50:7-14). El que lo hace le honrará. Y añade que a la alabanza y la acción de gracias le debe seguir una vida ordenada, andar en novedad de vida, esa es la salvación de Dios.
El mensaje central del evangelio de Jesús es: Amar a Dios con todo el corazón… y al prójimo como a ti mismo. Los que le aman le adoran y sirven con gratitud. Como dijo el profeta Miqueas: ¿Con qué me presentaré ante YHVH, y adoraré al Dios Altísimo?… él te ha declarado lo que es bueno… hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios (Miqueas 6:6-8). Eso es sacrificar alabanza y honrarle. Haremos un breve recorrido por el libro de Salmos para encontrarnos con esta verdad libertadora que supera ampliamente todo tipo de ritual.
Honrar a Dios es posible cuando le adoramos y ordenamos nuestro camino en obediencia. Él honrará a los que le honran (1 Samuel 2:30).