54 – TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (15)

Tiempos finalesTIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (15)

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención… Antes bien sed llenos del Espíritu  (Efesios 4:30 y 5:18)

Las malas experiencias no anulan la verdad de Dios. Los múltiples casos de falsificaciones espirituales nunca podrán impedir nuevos derramamientos del Espíritu de Dios. Está profetizado. Es palabra de Dios que permanece para siempre en el cielo (Salmos 119:89). En los postreros tiempos derramaré de mi Espíritu sobre toda carne. La multiplicación de la maldad no podrá vencer el poder de la gracia, porque donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Incluso aunque el Señor solo encuentre un justo, Noé, y toda su generación esté corrompida y llena de violencia, el Dios de toda gracia hará reverdecer la justicia y la equidad una vez más. Aunque Moisés esté solo ante un pueblo quejoso, incrédulo y desobediente; a pesar de sus múltiples sinsabores en el camino, el Señor volverá a abrir caminos en el desierto y ríos en la soledad (Isaías 43:19). Es la fuerza de la luz y la vida sobre las tinieblas y la muerte. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella (Juan 1:5). El cielo y la tierra pasarán, pero su palabra eterna nunca pasará. Las tinieblas llenan la tierra sobre naciones gobernadas por poderes babilónicos mediante un pretendido gobierno mundial, pero sobre Jerusalén aparecerá el Señor, y sobre ella será vista su gloria. El reino es del Señor. La justicia será establecida en la tierra porque habrá un justo que gobierne. Por tanto, no debemos entristecer al Espíritu con temor, incredulidad y ansiedades; sino buscarlo con pasión como la novia del Cantar de los Cantares busca a su amado en circunstancias a menudo muy desfavorables. Pero el amor es más fuerte que la muerte. El sello del Espíritu con el que fuimos sellados para el día de la redención final de nuestros cuerpos mortales nos recuerda que somos extranjeros y peregrinos en la tierra, que buscamos una patria celestial, y ahora la saludamos, creyendo, confesando y degustando los poderes del siglo venidero (Hebreos 11:13-16 y 6:4,5). Hemos sido hechos partícipes del Espíritu Santo, la promesa del Padre, la cual recibimos por fe, y no debemos ser como los gálatas insensatos fascinados y hechizados por el brillo de doctrinas falsas, sino saber que recibimos el Espíritu por el oír con fe (Gálatas 3:1-3). Hemos comenzado por el Espíritu. La vida cristiana es Cristo en nosotros, —la perla de gran precio—; no seamos engañados con otras piedras sin brillo, perecederas, que nunca edifican nuestras vidas sobre la Roca, el edificio de Dios, sino sobre heno paja y hojarasca. Los tiempos pueden ser malos, (y lo son), pero sobre ti amanecerá el Señor y sobre ti será vista su gloria.

         Nuestra verdadera necesidad sigue siendo ser llenos del Espíritu de Dios.

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