El hallazgo de una ley mala
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí (Romanos 7:21).
La cosmovisión bíblica del hombre parte de la premisa negativa de que el mal está presente desde el principio. «En pecado me concibió mi madre», dijo el salmista. Por su parte, la cosmovisión humanista moderna, surgida de la Ilustración, enseña que la naturaleza del hombre es buena hasta que se demuestra lo contrario. Ambas posturas son diametralmente opuestas. El conflicto comienza ya en el punto de partida. Si partimos de la concepción de un hombre bueno que viene a malearse por la influencia externa, estamos ante una idea opuesta a la revelación que encontramos en las Escrituras.
La verdad bíblica presenta el caso contrario. El hombre nace en pecado, participa de una naturaleza mala, «el mal está presente en mí», dice el texto en el que estamos meditando, por tanto, necesita un regenerador externo que cambie el rumbo del hombre. Esta premisa básica es fundamental en la predicación del evangelio. Sin naturaleza pecaminosa no se necesita un Redentor.
Si partimos de concepciones ilustradas en la que una educación adecuada soluciona el problema de la naturaleza del hombre, evitamos la necesidad del evangelio, por tanto, de Dios, somos autosuficientes, basamos nuestra historia en nosotros mismos y nuestra potencialidad para hacer frente al mal. Ardua tarea. Errada visión. La historia reciente ha demostrado con toda nitidez la falacia de ese argumento.
La religión tampoco es la solución, puesto que pretende reformar al hombre, el mal que está presente en él, a través de ritos, ceremonias, liturgia o doctrina. El poder del mal es tan fuerte que el hombre no tiene fuerza en sí mismo para sobreponerse a él. Queremos, pero no podemos. Lo intentamos y fracasamos. La frustración nos lleva a la rendición… pero hay respuesta, el evangelio es poder de Dios para salvación; lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Jesús apareció para quitar nuestros pecados (1 Juan 3:5), el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios.
El hombre es la mayor sorpresa del hombre. Hay acciones que muestran un tipo de maldad desconocida. Existe una ley invisible en nuestros miembros que pone de manifiesto la maldad que mora en el interior de la persona. Las acciones se reproducen a lo largo de familias y generaciones. La historia revela que el hombre comete los mismos errores y pecados sin que haya alternativa. La Biblia tiene razón: «el mal está presente en mí».
El conflicto interno debe ser expuesto a la luz de la verdad del hombre que revela la Escritura. Evitarlo solo reproduce el mal. El evangelio redime.