Introducción
Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:1,2).
Después de un extenso recorrido sobre «la lucha interior», queremos adentrarnos ahora en lo que debe ser —como diría un autor chino de gran prestigio— la vida cristiana normal. Aunque en la vida cristiana es normal tener luchas y conflictos, también debe ser normal vivir en el Espíritu y no satisfacer los deseos y pasiones de la carne. En esta nueva serie queremos hacer un recorrido por los misterios del Espíritu, siempre difíciles para el hombre natural, y entrar, con la ayuda del mismo Espíritu de revelación, en un terreno nunca explorado en su totalidad.
Como diría el apóstol de los gentiles «Y para estas cosas ¿quién es suficiente?» (2 Co.2:16). Por supuesto que no soy un «experto» en la vida del Espíritu. Hay demasiadas profundidades en este océano como para pretender sondear siquiera un atisbo de la inmensidad de Dios, que es Espíritu. Seguiremos con el mismo método de meditación, es decir, tomaremos un texto sobre el que podamos reflexionar, y lo haremos siempre desde la perspectiva de la realidad del hombre, en este caso, el hombre espiritual, el nacido de nuevo, el regenerado, que ya ha degustado el don celestial, que tiene las primicias del Espíritu y anhela avanzar hacia la plenitud de Dios.
En el texto con el que hemos iniciado nuestra andadura encontramos varias cosas relevantes. Lo primero que quiero resaltar es que los que son de Dios, tienen un nuevo estado, «están», —estamos—, en Cristo. Y los que están en Cristo no viven bajo la losa de condenación. No hay condenación para los que están en Cristo. Y este estado tiene una nueva forma de vivir, no andan conforme a los designios de la carne, sino que viven según el régimen nuevo del Espíritu. Estamos en otro reino. Tenemos otro espíritu, renovado, renacido, sobre el que ha venido a morar el Espíritu de Dios.
Ahora debemos aprender a andar en la nueva situación, con el modelo que presenta la nueva vida recibida, los nuevos sentidos espirituales que nos conectan con el reino de Dios, la eternidad, los poderes del siglo venidero. En definitiva, el nuevo traje diseñado para alcanzar, un día, la ciudad celestial, donde no puede entrar carne ni sangre. Una nueva ley del Espíritu de vida en Cristo ha comenzado a operar en nosotros, libertándonos de la ley que nos había tenido esclavizados al pecado.
La vida en el Espíritu es el nuevo hábitat para el hombre renacido