TIEMPOS FINALES – Derramamientos del Espíritu (4)
El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria […] La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria […] y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado (Hageo 2:6-9 NTV)
Antes de la regeneración de todas las cosas viene un temblor divino que hace estremecer y remueve todas las cosas creadas. El Señor, —dice el profeta—, hará temblar los cielos, la tierra, los océanos y a todas las naciones. Es el mismo mensaje del autor de la carta a los Hebreos cuando dice: La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. La voz de Dios conmovió primeramente al pueblo de Israel en el monte Sinaí, donde estaban espantados y asustados al oír el estremecimiento del monte cuando el Señor se manifestó a Moisés. Ahora se anuncia un estremecimiento mayor sobre toda la creación antes de la manifestación de su reino, porque añade el mismo autor: Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia (Hebreos 12:26-28). Y esto concuerda con las palabras del apóstol Pedro cuando escribe que en el día del Señor los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas; luego insta a los hijos de Dios a vivir de manera santa y piadosa, esperando la venida del Señor, cuando los cielos, encendiéndose serán desechos, y los elementos se fundirán por el fuego, y añade: Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia (2 Pedro 3:13). Es la regeneración final. La consumación de los tiempos. La transformación del cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (Filipenses 3:21). Esa es la gloria postrera. La gloria que le pidió el Señor al Padre en su oración sacerdotal por los suyos: Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado (Juan 17:24). Cuando miramos al Señor cada día de nuestra vida en medio de las aflicciones del tiempo presente, somos transformados de gloria en gloria a su misma imagen por medio del Espíritu del Señor (2 Corintios 3:18). Avancemos a esa gloria siempre mayor.
Los temblores de Dios preceden a la gloria postrera de la casa.