El reino venidero – 18

El reino venideroLa esperanza de Israel – Zacarías

Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio… (Lucas 1:67-70)

Hay periodos de la historia profética cuando la palabra de Dios se activa de forma veloz acelerando los planes de Dios en la tierra. Se impulsan distintas convergencias con múltiples factores que actúan sobre diversas personas para llevar a cabo los propósitos divinos. María, la madre de Jesús, había recibido el mensaje del ángel, y ésta había respondido: «Hágase». En esta sola palabra tenemos la combinación siempre misteriosa de la voluntad de Dios y la de los hombres, en este caso, la de María. El plan eterno seguía su curso, y ahora le tocaba el turno a Zacarías, sacerdote y futuro padre de Juan el Bautista. Me gusta pensar que la vida cotidiana en Israel se movía en los parámetros habituales, mientras se llevaban a cabo acontecimientos sobrenaturales que cambiarían la historia para siempre. Elisabeth, mujer de Zacarías, había dado a luz un niño al que pusieron por nombre Juan, tal y como anunció el ángel a su padre. Cuando Zacarías recuperó el habla, después de haber quedado mudo durante el tiempo del embarazo de su mujer, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó. En sus palabras inspiradas volvemos a encontrarnos con la esperanza de Israel, una esperanza que contiene redención, liberación y gobierno sobre Israel. Redención de sus pecados, liberación de sus enemigos, y reinado mediante el descendiente de la casa de David. El Mesías que esperaban debía venir de la casa de David, entroncando con el pacto hecho por Dios con su descendencia. Los judíos recuerdan siempre en la Pascua (Pesaj) la liberación de Egipto. Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto; del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de conceder que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y justicia delante de él (Lucas 1:71-75). Israel, en ese tiempo sujetos al yugo romano, vieron la similitud con Egipto de una liberación que estaba tomando forma. El Mesías vendría a establecer un reino libertador para que el pueblo sirva a su Dios.

         Zacarías vinculó en su profecía el nacimiento de su hijo Juan con la llegada del Mesías, librándolos de sus enemigos y estableciendo el trono de David en Jerusalén para que Israel sirviera a su Dios en santidad y justicia; servicio que solo puede realizarse plenamente en el reino venidero.

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