HOMBRES IMPÍOS – Os engañan
Os he escrito esto sobre los que os engañan (1 Juan 2:26)
No nos engañemos, hay engañadores. Y no solo los hay, sino que el apóstol Juan dice que nos engañan. La actitud básica del creyente es la credulidad, por eso somos vulnerables, creyendo que los demás actúan de la misma forma que lo haríamos nosotros, pero ya hemos comprobado en muchas ocasiones que eso no es así. No debemos creer «alegremente» a todo espíritu. Hay que probar los espíritus si son de Dios. Hay que aprender de los discípulos de Berea, aquellos que examinaban incluso las palabras del apóstol Pablo, para ver si tenían fundamento en la Escritura.
Recordemos, hay hombres perversos y malos, impíos, incluso el diablo se disfraza como ángel de luz, por lo que no es distinto para sus ministros, que también se disfracen como mensajeros de justicia y portadores de luz; hay ovejas en medio de lobos. Esto no debe llevarnos a posiciones paranoicas viviendo en una continua búsqueda de falsos maestros, a paz nos ha llamado el Señor, también a estar alertas, velando y orando para no caer en tentación. Los versículos anteriores al que tenemos para nuestra reflexión nos hablan de la realidad de que ya habían surgido muchos anticristos. Juan los identifica claramente como aquellos que negaban la encarnación del Hijo de Dios. En aquel tiempo era el movimiento gnóstico, que negaba la encarnación de Jesús. Hoy predominan, entre otros, el islamismo. Además los identifica por no permanecer en la verdad, ni en comunión con la doctrina de los apóstoles. Y los tranquiliza con el mensaje de que han recibido la unción de Dios para que puedan conocer la verdad de las cosas, la unción que enseña a permanecer en Cristo. Como él mismo Señor dijo: separados de mí, nada podéis hacer.
La unión con Cristo es garantía de no ser engañados y arrastrados al error, esa unión se cimenta sobre el sello del Espíritu Santo que Dios ha puesto en sus hijos. Toda la Trinidad actúa en el discípulo para guardarlo y presentarlo delante de su gloria con gran alegría. Sabemos que somos de Dios, y aunque el mundo entero está bajo el maligno, sabemos también que aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca (1 Juan 5:18-20). Vivimos seguros y a la vez en dependencia. Nuestra seguridad está en Jesús, y dependemos de él para no ser engañados. El apóstol escribió su carta para que supiéramos lo que somos y para que estemos alertas sobre los que vienen a engañar, porque no es de todos la fe.
Aquellos que vienen a engañar manifiestan la naturaleza del padre de la mentira, tuercen las Escrituras y no tienen el Espíritu de Dios.