En los Hechos (II) – El Mesías en el trono de David
Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono (Hechos 2:30)
Después de los cuarenta días transcurridos desde la resurrección hasta la ascensión del Mesías, durante los cuales estuvo hablando a los suyos acerca del reino, pasaron otros diez hasta que se cumplió la promesa que les había hecho de enviar el Espíritu Santo para que fuesen testigos a todas las naciones de lo que habían visto y oído, especialmente testigos de su resurrección.
Y venido el día de Pentecostés (Shavuot), el primer mensaje predicado por el apóstol Pedro contiene diversas referencias al tema del que habían oído hablar al Maestro recientemente. Una vez identificado el derramamiento del Espíritu con la profecía de Joel, el apóstol introduce en su mensaje el salmo 16 escrito por el «profeta» David. Recuerda el juramento que Dios hizo al hijo de Isaí que de su descendencia levantaría al Mesías para que se sentara en su trono. Una referencia clara al pacto davídico.
El derramamiento del Espíritu en Pentecostés fue la constatación de que Jesús había sido exaltado a la diestra de Dios, sentado en el trono celestial hasta que sus enemigos sean puestos bajo el estrado de sus pies, y volverá para sentarse en el trono de David establecido en la ciudad restaurada de Jerusalén en el futuro.
El apóstol Pedro afirma que toda la casa de Israel debe saber que aquel a quien habían crucificado, Dios lo hizo Señor y Mesías (2:36). Había sido glorificado por el Padre a su diestra, hecho Señor, y volverá como Mesías de Israel −invocado para salvación de todos los hombres− a la misma ciudad para establecer el reino davídico prometido con juramento.
Poco tiempo después, en su segundo discurso, Pedro vuelve a mencionar, además de la esencia del evangelio, y como parte de él, la esperanza mesiánica venidera. Todo ello fundamentado en el mensaje de los profetas. Leamos. Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que el Cristo había de padecer… arrepentíos y convertíos… y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo (3:18-21). Jesús está «retenido» en el cielo hasta la restauración del reino a Israel en los días finales como anunciaron ampliamente los profetas.
Jesús se ha sentado a la diestra del Padre, pero aún debe sentarse en el trono de David cuando regrese a la ciudad de Jerusalén para reinar en la tierra.