LOS EVANGELIOS – Las buenas obras le glorifican (1)
Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo… Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (Mateo 5:13-16).
El evangelio es Cristo, el Mesías. Jesús es la centralidad máxima del evangelio de Dios. Por eso decía el apóstol: predicamos a Cristo. Conocer a Jesús y el poder de su resurrección es la máxima del cristiano. De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Su gloria se proyecta sobre los suyos mediante el Espíritu. Cuando miramos su gloria como en un espejo, somos transformados de gloria en gloria a su misma imagen (2 Co.3:18). Ese es el milagro de la nueva vida, una nueva creación, hechura suya, creados en justicia y santidad de la verdad.
La resurrección de Jesús y el derramamiento del Espíritu, una vez que fue glorificado a la diestra del Padre, multiplicaron su vida en millones de otras vidas. Cada pequeña piedra forma el Cuerpo del Mesías. Incluso el apóstol Juan dice que tal como él es, así somos nosotros en este mundo. Cada cristiano es una reproducción de Jesús en la tierra. Somos el reflejo de su naturaleza que ha transformado la nuestra mediante el poder del Espíritu. Nueva criatura es. No siempre somos conscientes de ello, y mucho menos vivimos a la altura de nuestro llamamiento. Sin embargo, hemos sido llamados a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo (Rom.8:29). Seremos semejantes a él (1 Jn.3:2). Seremos manifestados con él en gloria (Col.3:4). Somos pueblo suyo y ovejas de su prado (Sal.100:3). Por tanto, se nos exhorta a procurar hacer firme nuestra vocación (2 P.1:10), y andar como es digno de la vocación con la que hemos sido llamados (Ef.4:1).
En palabras del Maestro en el sermón del monte: ser la sal de la tierra y luz del mundo. Glorificaremos a nuestro Padre que está en los cielos. La tierra puede ver la manifestación del cielo en nuestras buenas obras andando en gratitud y alabanza. Así de elevado es nuestro llamamiento, así de relevante, aunque muchos de nosotros no seamos sabios según la carne, ni poderosos, ni nobles, sino que lo necio, lo débil y vil del mundo, lo menospreciado y lo que no es nada, escogió Dios para avergonzar a los sabios y los fuertes, a fin de que nadie se jacte en su presencia (1 Co.1:26-31). Porque Dios habita con el humilde (Is.57:15), y resiste a los soberbios (1 P.5:5). Recordemos. Este es nuestro llamamiento: ser luz y sal en la tierra. Nuestra misión es glorificar al Padre en toda nuestra manera de vivir. Veremos en los siguientes capítulos algunos ejemplos que encontramos en los evangelios. Hombres y mujeres que le glorificaron y le dieron honra.
La vida cristiana es la más alta y trascendente vida que podemos tener. Es humillación y exaltación cuando fuere tiempo. Es vivir agradecidos.