PANORÁMICA del Nuevo Testamento – FILIPENSES

Anunciaron la palabraCarta a los Filipenses

HISTORIA DEL LIBRO

El autor, sin duda, es Pablo. Al escribirla, el apóstol se encontraba en la cárcel, seguramente en Roma, y paradójicamente, a esta carta se le llama la epístola del gozo. Vemos por tanto, que el gozo del Señor no está condicionado a las circunstancias externas sino que las trasciende. No depende del entorno sino que procede del hombre interior, del corazón. Pero no solamente es una carta de gozo, sino de distintas emociones y circunstancias. Sobre la base fundamental del evangelio encontramos en ella tristeza (2:27,28); a su autor llorando por los enemigos de la cruz (3:18,19); tribulación (4:14); y necesidades (4:16). Todo ello y mucho más en esta breve epístola.

La ciudad de Filipos. Situada en la provincia de Macedonia, al norte de Grecia,  fue hecha colonia romana por Augusto. Actualmente es la República independiente de Macedonia del norte que perteneció a la antigua Yugoslavia.

La iglesia de Filipos. Fue fundada por el apóstol Pablo. Tenemos los detalles en Hechos 16:6-40. Comenzó con una visión del apóstol cuando vio a un varón macedonio suplicándole que pasara a Macedonia para ayudarlos (Hch.16:8-10) después de haberle sido prohibida la predicación en Asia. Se inició en la orilla de un rio donde se reunía un grupo de oración. Una de las mujeres congregadas era Lidia, vendedora de púrpura, que adoraba a Dios, y oyendo lo que Pablo decía el Señor abrió su corazón para recibir la palabra. Se bautizó y recibió a los mensajeros del evangelio en su casa (Hch.16:11-15). Poco después Pablo expulsó un espíritu de adivinación de una chica y por ello fueron enviados a la cárcel (Hch. 16:16-24). El carcelero también se convirtió al Señor después  que Pablo y Silas estuvieran a medianoche cantando himnos a Dios y hubiera un  terremoto en la cárcel (Hch.16:25-34). De esta manera se fundó la iglesia en Filipos como la primera congregación cristiana de Europa.

El motivo de la carta. Hacía tres o cuatro años que Pablo no había tenido noticias de los hermanos en Filipos, entonces llegó Epafrodito con una ofrenda de esta congregación para el apóstol. A su regreso fue aprovechado para enviar a los hermanos esta carta con algunas recomendaciones, mostrando también su profunda gratitud hacia los filipenses. En ella no se mencionan problemas severos como en otros escritos; tal vez lo más significativo sea el consejo del apóstol a Evodia y Síntique para que vivan en armonía en el Señor (4:2). Ambas eran dos hermanas influyentes de la iglesia que habían tenido algunas discrepancias.

ENSEÑANZAS Y TEMAS

Hemos dicho antes que el apóstol se encontraba en la cárcel de Roma al escribir esta carta a los hermanos de Filipos, y sin embargo, encontramos al menos dieciocho referencias al gozo, por lo que se conoce como la epístola del gozo. Aunque no solo hay gozo, sino toda una serie de otras emociones y experiencias que Pablo irá desgranando a lo largo de su contenido. De los temas que aparecen hemos hecho esta relación que iremos viendo a continuación.

  1. Los destinatarios (1:1-2)
  2. La oración de Pablo (1:3-11)
  3. El ejemplo de Pablo (1:12-26) (3:1-21)
  4. El ejemplo de Jesús (2:1-11)
  5. El ejemplo de Timoteo (2:19-24)
  6. El ejemplo de Epafrodito (2:25-30)
  7. La iglesia en Filipos como referente (4:10-20)
  8. Claves para una vida mental sana (4:1-9)
  1. Los destinatarios (1:1-2)

Encontramos los destinatarios de la carta en el primer versículo: A todos los santos en Cristo que están en Filipos, con los obispos y diáconos. En primer lugar los santos, luego obispos y diáconos. Dirigirse a los santos de la ciudad a la que escribe es un distintivo de las cartas de Pablo.

Los santos. Este término que Pablo usa aquí para referirse a todos los hermanos que se congregaban en la ciudad de Filipos, después de haber recibido el evangelio, vino a ser siglos mas tarde una categoría especial de personas que alcanzan un grado especial de santidad que la iglesia católica primero beatifica (le declara feliz, beato, y a partir de ahí se inicia un proceso para rendirle culto) y luego le canoniza (le da entrada en el canon de personas muertas que han sido declaradas santas legalizando su culto en beneficio de otros) estableciendo así un sistema de mediación de personas muertas a las que se puede orar y pedir socorro. Todo ello introduce el antiguo culto a los muertos, los médiums, mediadores, eones, etcétera, práctica muy alejada de la enseñanza del apóstol en esta carta y de todo el Nuevo Testamento. Los santos a los que se refiere el autor son las personas que habiendo reconocido a Jesús como Señor de sus vidas se congregaban en la ciudad de Filipos para rendir culto a Dios y solo a Dios. Son los redimidos, justificados por la sangre de Jesús, y cuyos pecados han sido perdonados (1 Co.1:2 y 6:11). La santificación es posicional en Cristo una vez hemos sido lavados por su sangre cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y creemos en él; y es progresiva a medida que vamos siendo lavados día a día del barro que puede pegarse al andar en medio de este mundo. Pablo le dice a los corintios: ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados y justificados en el nombre del Señor Jesús. Los que son de Dios no practican el pecado, porque han nacido de la simiente de Dios (1 Juan 3:8,9). Y si alguno hubiere cometido pecado en su andar de fe, dice el mismo apóstol, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo (1 Juan 2:1). Desde nuestra posición en Cristo podemos orar los unos por los otros, corregirnos los unos a los otros, ayudarnos los unos a los otros, pero una vez que abandonamos este cuerpo mortal no hay nada más que podamos hacer salvo dejar nuestro testimonio y obras en beneficio de los que siguen corriendo la carrera para que puedan ser estimulados a seguir adelante con el ejemplo de fe de quienes nos han precedido. Esto dista mucho del sistema mencionado anteriormente que pretende mediar desde la eternidad en favor de los vivos. Tal cosa no tiene fundamento en la Escritura. Sí tenemos una gran nube de testigos, mencionado en Hebreos 11, cuya fe debe servirnos para despojarnos de todo peso y pecado y correr con paciencia la carrera con los ojos puestos en Jesús (Heb.12:1-3).

Los obispos. Este oficio o servicio se convirtió con el paso del tiempo en un título de dominio y jerarquía alejado de su función original. Viene de la palabra griega episkopos que significa supervisor y era usado para referirse a las personas, generalmente ancianos de la congregación, que la supervisaban y dirigían mediante su ejemplo de fe y entrega a la iglesia que servían. Hoy en nuestras congregaciones se usa casi siempre el término pastor para quienes realizan esta función. En las cartas de Pablo a Timoteo y Tito veremos los requisitos para estos responsables locales en las congregaciones.

Los diáconos. Del griego diákonos que significa «servidor». Los encontramos especialmente en aquellos que fueron escogidos entre los discípulos para servir a las mesas de las viudas en la congregación de Jerusalén (Hch. 6:1-7). Suelen realizar tareas de ayudas diversas a la labor pastoral, y que junto con los obispos conformaban el presbiterio, es decir, el grupo de ancianos que componen el gobierno de una iglesia local (1 Tim.4:14). Los requisitos para su elección los tenemos también en las cartas pastorales.

  1. La oración de Pablo (1:3-11)

Vemos a menudo en las cartas del apóstol de los gentiles que una de sus ocupaciones predominantes era la oración. Oraba intensa y constantemente por las nuevas congregaciones y los hermanos que habían venido a la fe del Mesías. Comprendía que una parte esencial del desarrollo cristiano estaba íntimamente ligada a la vida de oración. Pablo oraba una y otra vez. Lo vimos en la carta a los Efesios y volvemos a encontrarlo ahora. Es interesante notar cuáles eran las prioridades por las que elevaba su oración a Dios en favor de las distintas iglesias. En el caso de los filipenses lo hace, en primer lugar, dando gracias por la comunión que tenían los hermanos en aquel lugar con el evangelio (1:3-5). Lo hace con gozo. No era una pesada carga que había que realizar como parte de su ministerio, sino que el gozo predominaba su tiempo de oración cuando lo hacía por los hermanos a quienes conocía o había oído de ellos. Su oración estaba edificada sobre cimiento estable; tenía pleno convencimiento de que Aquel que había comenzado la buena obra en ellos la perfeccionaría y la llevaría a término (1:6). Por tanto, su oración no era vaga, indecisa o vacilante, sino que elevaba su plegaria desde la convicción de fe en las promesas de Dios, que como él mismo escribió en otra carta, eran Sí y Amén en Cristo (2 Co.1:20). Esta oración por los filipenses la concreta de la siguiente manera. (1) Para que el amor de Dios abunde en ellos y se manifieste en ciencia y conocimiento (1:9). (2) Para que sepan escoger lo mejor en cada momento (1:10). (3) Para que sean sinceros e irreprensibles hasta el día de Cristo (1:10). Y (4) para que vivan llenos de frutos de justicia que produce una vida que glorifica a Dios (1:11). Debemos tomar nota y aplicar el ejemplo apostólico en nuestras oraciones.

A partir de ahora vamos a encontrarnos con una serie de ejemplos dignos de imitar que aparecen hasta el final del escrito. Es evidente que el máximo exponente de nuestra fe es el Señor, y que de nuestra comunión espiritual con él emanan todos los demás ejemplos dignos de reseñar. Seguiremos el orden del texto por ello comenzaremos con el ejemplo de Pablo.

  1. El ejemplo de Pablo (1:12-26) (3:1-21)

Escoger bien los referentes es una tarea que tiene amplias consecuencias a lo largo de nuestra vida. El apóstol lo deja meridianamente claro cuando apela a que los filipenses sean imitadores suyos y de aquellos que se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros (3:17). Y lo afirma así de tajante, incluso con lágrimas, porque hay por ahí muchos que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es su vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal (3:18,19). Hay los que naufragan en la fe porque son hechizados y manipulados por falsos maestros, que con un corazón malo, apartan de la fe y la piedad (1 Tim.1:19) (Gá. 3:1) (Gá. 4:17). Por tanto, es muy importante a lo largo de nuestra vida cristiana saber a quién escogemos para imitar o seguir su ejemplo. El autor de nuestra carta estaba en la cárcel por el evangelio, no por defraudar a Hacienda, ni por engaño o extorsión, sino por mantener la verdad del evangelio en territorio hostil. La valentía de Pablo estimuló a muchos para atreverse a dar testimonio del evangelio viendo su entrega (1:13,14). Se daba cuenta que también había quienes lo hacían por envidia, para medrar, o porque se pone de moda en algún lugar, y con falsa piedad aprenden el lenguaje evangélico pero sus vidas no concuerdan con la fe que proclaman. En España hemos tenido ejemplos de muchos que dieron su vida por el evangelio, sufrieron cárceles y procesos inquisitoriales para hacernos llegar el testimonio de las Escrituras cuando estaban encerradas bajo un sistema religioso dominante que lo impedía. Sin embargo, ese padecimiento anterior no debe llevarnos a la amargura histórica de anidar rencor enconado en nuestros días hacia quienes hoy representan el mismo sistema religioso; sabiendo que nuestro propio sistema evangélico produce también daños en muchas otras personas. Debemos recordar que a vosotros se os ha concedido, por amor de Cristo, no sólo creer en él, sino también sufrir por él (1:29). Pablo estaba dispuesto a glorificar al Señor en su cuerpo, ya sea que viviera o que muriera, por su labor de ministro del evangelio (1:20,21). Lo condensó en una frase: Para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia. Además estaba dispuesto a estimar todas las cosas que avalaban su impresionante curriculum personal como basura (circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo, en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible) por la excelencia del conocimiento del Mesías, su Señor, por amor del cual lo tenía todo por basura para ganar y conocer a su Señor, y el poder de su resurrección, llegando a ser semejante a él en su  muerte (3:7-10). No hay ninguna duda que el referente máximo de la fe de Pablo era el Mesías de Israel, aquel que se le apareció en el camino a Damasco y transformó el rumbo de su vida para siempre, así como el de muchos otros a lo largo de las generaciones. Además, le embargaba y consumía un nuevo celo por seguir adelante, el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Su ejemplo sigue estimulándonos hoy y es digno de imitar. Escoger buenos referentes orientará nuestras vidas hacia altas esferas de aprovechamiento y amplias dimensiones de servicio productivo y eterno. Debemos escoger bien a quién oímos y leemos, porque la fe viene por oír (Ro.10:17); y también la apostasía penetra por oír a espíritus engañadores y doctrinas de demonios (1 Tim.4:1). No debemos fallar en esto, pero sigamos mirando otros ejemplos que aparecen en esta misma epístola.

  1. El ejemplo de Jesús (2:1-11)

Yeshúa el Mesías es más que un referente para nosotros, es el Hijo de Dios, el enviado a las naciones para que todo aquel que en él crea no se pierda, sino que tenga vida eterna. Jesús es el autor y consumador de nuestra fe (Heb.12:2); y en él debemos tener puestos nuestros ojos como máxima prioridad. El es la imagen misma del Dios Invisible, el que lo da a conocer. Porque a Dios nadie le vio jamás, pero el Unigénito Hijo que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer (Jn. 1:18). El Maestro de Nazaret es único. Su ejemplo es sin par. Su obra única y esencial para la salvación del hombre. Es mediador entre Dios y los hombres (1 Tim.2:5). Es Dios hecho carne y de ello dan testimonio ampliamente las Escrituras hebreas. Y se hizo hombre con una manera de pensar y sentir únicas que se nos enseña a imitar y seguir (2:5). Él dijo: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas (Mt.11:29). No se aferró a su divinidad, sino que se hizo hombre (2:6). Se despojó a sí mismo vaciándose de divinidad y derechos temporalmente para tomar forma de siervo (2:7) (Mr.10:45) (Jn.13:1-11). Se hizo semejante a los hombres, tomó nuestra humanidad con todas sus limitaciones y debilidades, pero sin pecado (2:7) (He.2:18;  4:15). Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz; donde morían los malditos (fue hecho maldición por nosotros) y la escoria del mundo, para ser el siervo sufriente que aparece en el libro del profeta Isaías (2:8) (Gá. 3:13,14). Y de esa humillación suprema brotó la exaltación del nombre que es sobre todo nombre (2:9) (Mt.28:18) (Hch.4:12) (Ef.1:21). Recibió la glorificación en el cielo una vez puso su vida en expiación por muchos, obteniendo el fruto de la aflicción de su alma quedando satisfecho (Isaías 53:11,12). Mostró el camino a la exaltación mediante la humillación (Stg.4:10) (1 P.5:6) (Mt.23:12) (Lc.18:14) (Lc.14:11). He aquí la verdadera locura de la cruz. Locura para los que se pierden, poder y vida para quienes se salvan. La máxima debilidad humana convertida en el mayor poder del universo, el poder de la resurrección que lo levantó de los muertos y lo sentó a la diestra del Padre. La consecuencia para nosotros es que todo aquel que invoca su nombre es salvo (Rom.10:9-13). Alcanza el reino eterno cuando las rodillas se doblan y se confiesa que Jesús es Señor para gloria de Dios Padre. Este es el epicentro del mensaje del evangelio. No es una institución la que salva. No es una denominación o un credo, es la invocación del nombre que es sobre todo nombre. Como se le dijo a Pablo: lava tus pecados invocando su nombre (Hechos 22:16). Esta confesión/invocación (en el sentido de «declarar lo que uno cree y sabe»), implica toda la obra redentora y su propósito. Es la culminación de todo el plan de salvación de Dios llevado a cabo por el Mesías. Así pues, cuando proclamamos a Jesús como nuestro Señor estamos confesando la realidad de su obra completa, desde que se hizo hombre hasta que fue exaltado hasta lo sumo. Este evangelio es el que debemos predicar para que otros obtengan también la salvación eterna en el Mesías.

  1. El ejemplo de Timoteo (2:19-24)

Nos encontramos ahora con uno de los discípulos más cercanos del apóstol Pablo. La vida de ambos quedó unida cuando en su segundo viaje misionero Pablo y Silas llegaron a Listra. Había allí cierto discípulo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego. Daban buen testimonio de él los hermanos, por lo que Pablo quiso que éste fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos lugares (Hch.16:1-3). El buen ojo del apóstol no defraudó sus expectativas en cuanto a Timoteo. Se inició así una relación duradera y fructífera que tantos beneficios produjo en el avance del evangelio. Tenemos dos cartas dirigidas a él. En ellas encontramos muchas instrucciones generales para cualquier líder, pastor, anciano o responsable en las congregaciones. Fijémonos por un momento en la dimensión carismática del ministerio de Timoteo por la ministración del apóstol Pablo. Reconoce que las profecías que se hicieron en cuanto a él tienen una influencia esencial sobre las que debe apoyarse para pelear la buena milicia, cumpliendo así con la misión encomendada (1 Tim.1:18). No debe descuidar el don que había en él, y que le fue conferido mediante profecía con la imposición de manos del presbiterio (conjunto de ancianos de la congregación); los maestros suelen coincidir en que ese don predominante en Timoteo era el de evangelista (1 Tim. 4:14) (2 Tim.4:5). Ese don experimentó subidas y bajadas en su función por lo que el apóstol tiene que recordarle que lo avive una vez más; don que fue transmitido por la imposición de manos de Pablo (2 Tim.1:6). Por tanto, el discípulo Timoteo recibió imposición de manos (en un caso del presbiterio y en otro del propio apóstol) liberando en él los dones espirituales para que fuese más eficaz en su servicio al Señor.

Volviendo al texto de la carta a los Filipenses encontramos que a Timoteo se le reconocen virtudes que eran un ejemplo para los hermanos, y este reconocimiento venía del mismísimo apóstol de los gentiles. Notemos algunas de sus expresiones.

A ninguno tengo del mismo ánimo (2:20). En la valoración que Pablo hace de los muchos discípulos que colaboraban con él en la extensión del evangelio veía que entre los más destacados, por su buen ánimo, se encontraba Timoteo. En la versión de la Biblia de las Américas se expresa así: A nadie más tengo del mismo sentir mío. El discípulo se había fundido con el sentir de su referente viendo en él un ejemplo digno de imitar. Este es el modelo bíblico. Siendo ejemplos de la grey (1 Pedro 5:3). No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado; error y abuso en el que han caído muchos líderes actuales. En demasiadas ocasiones se ha impuesto el modelo Diótrefes, o de los nicolaítas (3 Jn.9,10) (Apc.2:6,15), que se enseñoreaban de la congregación de Dios, imponiendo un dominio piramidal opresor que abusando de su autoridad imponían la tiranía bajo el escudo del discipulado. Jesús dijo que no debe ser así entre sus discípulos (Mt. 20:25-28). El espíritu de Jesús es el de siervo, vino a servir, y los suyos deben mantener ese mismo espíritu de servicio, que como en el caso de Timoteo se convierten en una ayuda esencial para los apóstoles y los hermanos de las congregaciones en su edificación y servicio. Cuando se dan estos referentes entre los ministerios el sometimiento es fácil, voluntario y liberador para un servicio eficaz en el reino (Ef.4:11-16). Sujetándonos los unos a los otros en amor podemos manifestar los distintos dones en una amplia edificación del cuerpo. Es un modelo bíblico que tiene como base los hombres fieles (2 Tim.2:2). Leer también estos otros pasajes: (Ef.5:21) (He.13:7) (1 Ts.5:12,13) (Gá.6:6) (1 Co.9:9-18). Timoteo es un ejemplo y referente para nosotros que debemos imitar (1 Co.16:10) (2 Ti.3:10).

Y que esté sinceramente interesado en vuestro bienestar  (2:20). La sinceridad es una virtud que parece haber desaparecido de las sociedades modernas. Damos por hecho que todos mienten, por tanto, caemos en «el mal de muchos, consuelo de todos», y poco a poco somos contaminados alejándonos de la verdad y dando por sentado que la mentira debe estar presente siempre para sobrevivir en la selva de disolución. La mentira, —refugio de los cobardes—, ha venido a ser uno de los pilares sobre el que está fundamentada nuestra democracia actual. La mentira parece salir gratis a muchos de nuestros políticos y se extiende como norma para vender a cualquier precio la ideología predominante. No somos conscientes que el padre de la mentira es el mismo Lucifer, aquel ángel caído que elabora siempre sus planes destructivos mediante manipulaciones de la verdad, mentiras a medias o flagrantes. Todo vale para imponer una idea que produzca dominio que acabe ejerciendo la tiranía correspondiente y trabaje en favor de los interese propios y en detrimento de los del prójimo. Hay ocasiones cuando parece que el engaño y la falsedad están tan extendidos, desarrollados y sofisticados, que perdemos el interés en combatirlos. Muchos justos pueden quedar paralizados y subyugados ante la inmensidad del mal que pierdan el interés en pelear por la verdad. El salmista parece vivir en ese tiempo cuando escribe: se acabaron los piadosos… han desaparecido los fieles… habla mentira cada uno con su prójimo; hablan con labios lisonjeros y doblez de corazón (Sal.12:1,2). Sin embargo, siempre hay «siete mil que no doblan sus rodillas», ni se pliegan al engaño generalizado. Timoteo fue uno de ellos. Este discípulo de Jesús se interesaba con sinceridad por los hermanos de Filipos. El poder del evangelio había operado en él la fuerza dinámica para no conformarse al sistema de este mundo, sino enfrentarlo con determinación realizando un servicio desinteresado en favor del prójimo. Una vez más encontramos en él un referente y ejemplo a seguir. Son estas personas a las que debemos imitar, sin caer en el desánimo ante el predominio del engaño y las manipulaciones en múltiples facetas, incluida la religiosa.

Porque todos buscan sus propios intereses, no los de Cristo Jesús  (2:21). Ahora nos encontramos con el antídoto al egoísmo generalizado que no es otro que buscar los intereses de Cristo, hacer su voluntad, servirle con los ojos fijos en él, autor y consumador de nuestra fe. Servir a Dios mirando al Mesías nos libra del egoísmo que solo busca sus propios intereses. Porque había quienes servían al evangelio por envidia, no sinceramente (1:15,16), añadiendo aflicción al apóstol que se encontraba en la cárcel por el mismo evangelio que para otros era motivo de crecer en sus intereses personales. He visto a lo largo de mi vida algunos predicadores que en el ejercicio de su labor manifiestan una proyección de sí mismo en lugar de predicar a Cristo crucificado, haciéndolo desde esa unión de crucificado juntamente con él (Gá. 2:20). Sirven a los hombres buscando su favor negando así al Señor que dicen servir (Gá. 1:10). Todo un entramado engañoso del corazón del hombre sometido a fuerzas dominadoras de soberbia que se enseñorean de él aunque vivan ajenos a la realidad de sus mismos corazones (Sal. 19:12-14). Cuando encontramos a un Timoteo dispuesto a dejar de lado sus propios intereses por los de Aquel que le redimió y compró con su sangre, como hacía su maestro Pablo, estimando todas las cosas como pérdida por la excelencia de conocer a su Señor, sabemos que estamos ante el modelo del cielo reflejado en la tierra por la gloria proyectada del Espíritu en su vida (2 Co.3:18).

Vosotros conocéis sus probados méritos… (2:22). La vida de Timoteo era transparente. Vivía en luz y a todos era manifestó que andaba sin doblez de corazón, o escondiendo actitudes impropias, sino que pasaba la prueba una y otra vez de un testimonio veraz que fue la nota predominante desde que Pablo lo encontró en Listra. Daban buen testimonio de él. Fue su integridad lo que atrajo la atención del apóstol y le unió a él de forma leal hasta los últimos días de su vida. En estas breves reflexiones del autor de la carta se le reconoce su servicio al evangelio. Como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio. Qué fácil es el reconocimiento cuando las obras de una persona son evidentes y no se esconden tras el doble ánimo, o falta de sinceridad y que sirven con generosidad y entrega a la causa del Mesías. No hay adulación, ni intereses ocultos. Hay transparencia, integridad y honestidad. Virtudes todas ellas que deben estar presentes en nuestras vidas como parte esencial de nuestro discipulado. Timoteo era de fiar. Había recibido dones carismáticos mediante profecía e imposición de manos. Su ánimo estaba dispuesto para el servicio con toda sinceridad; pensando en los demás, sin egoísmo, demostrando unos méritos que eran evidentes a todos, glorificando a Dios, adornando así la doctrina del evangelio. Sigamos su ejemplo, como él lo hizo del apóstol, y éste imitaba al Señor.

  1. El ejemplo de Epafrodito (2:25-30)

La vida de Epafrodito se nos presenta como otro ejemplo para nosotros hoy. La misión encomendada a este discípulo de Jesús precisaba de una entrega y determinación sin colorido. Tuvo que recorrer mil cien kilómetros para llevarla a cabo. Consistía en viajar desde Filipos a Roma llevando a Pablo una ofrenda que los hermanos filipenses habían reunido para las necesidades del apóstol. Seguramente fue en ese largo viaje, con todas sus vicisitudes, que enfermó y estuvo a punto de perder la vida llevando a cabo la misión encomendada. Todo un ejemplo de fidelidad en el servicio, aunque no era una tarea tan atractiva como otras la cumplió con determinación digna de quedar reseñada en el libro sagrado. Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir… porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí  (2:27,30). Pablo manifiesta su gratitud ante este ejemplo de entrega a la causa del evangelio. Observa que llevar la ofrenda de los filipenses al apóstol, que estaba en la cárcel de Roma, en un viaje lleno de peligros, fue considerado un servicio al evangelio supliendo lo que a Pablo le faltaba en aquel momento de necesidad. Es la verdad que el mismo autor de la carta a los Colosenses expresa así: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís (Col.3:23,24). Necesitamos regresar a estas verdades esenciales del servicio a Dios. En un mundo donde se valora mucho más la apariencia de un servicio público y llamativo, es revolucionario regresar a la sencillez de la fidelidad a Dios en todo lo que hacemos, sea de palabra o de hecho. La fidelidad es uno de los grandes valores de la Escritura (Mt.24:45,46) (Mt.25:21,23) (Lc.16:10) (2 Ti.2:2). Incluso fidelidad en las cosas pequeñas. Dios es fiel y busca imitadores de su fidelidad aunque esta signifique poner en riesgo la propia vida. Eso fue lo que hizo Epafrodito. Un discípulo no conocido por su gran elocuencia, como Apolos, o sus dones carismáticos, como Timoteo, sino por su integridad en cumplir la misión que se le había encomendado dando la vida por ello si fuera necesario.

A esta persona el apóstol Pablo le llama hermano y colaborador, compañero de milicia, mensajero y ministrador de mis necesidades (2:25). Ministró para las necesidades del apóstol en su precariedad. Ese es el ministerio más conocido de Epafrodito, muy alejado de las luces de neón que muchos buscan con demasiado afán en nuestros días, especialmente en la iglesia llamada occidental.

Dios tuvo misericordia de él, y no solo de él, sino también de Pablo, liberándole de demasiada tristeza (2:27), puesto que la enfermedad de su compañero de milicia le había entristecido pensando en la calidad de su servicio. El autor de la carta exhortó a los destinatarios para que lo recibiesen de vuelta y que tuvieran en alta estima a todas aquellas personas que fueran como él, participando de ese mismo espíritu de fidelidad y entrega a la causa del evangelio (2:28,29). Nosotros también podemos prestar un gran servicio de fidelidad al evangelio cuando mantenemos un corazón fiel en todo lo que hacemos. Recuerda que un gran ejemplo de fidelidad está construido sobre un gran número de detalles en los que actuamos fielmente. Tanto Timoteo como Epafrodito, dos de los colaboradores de Pablo, nos dan un gran ejemplo para imitar como referentes del evangelio de Dios.

  1. La iglesia en Filipos como referente (4:10-20)

La congregación de Filipos parece haber tenido un hueco especial en el corazón de su fundador. En esta breve carta, donde podemos ver algunos de los mejores modelos a imitar, nos encontramos ahora con el ejemplo de toda una congregación. Destaca por su gran generosidad. No necesitaron un cuidado especial para tratar un tema siempre complejo y sometido a muchas deformaciones como es el dinero para sustentar misioneros y la obra evangelizadora. Pablo lo trata con naturalidad, sin complejos ni prejuicios, porque conoce el corazón de estos hermanos que no necesitan una explicación exhaustiva para comprender que se puede ser parte de la extensión del evangelio colaborando con las ofrendas. Les dice sin rubor: cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades (4:15,16).

En nuestros días el tema económico ha sufrido un desgaste tremendo por el mal usado que se ha hecho de él en muchas congregaciones, hasta el punto de convertirse en motivo de vergüenza para el evangelio, porque se ha abusado de algunas verdades sobre la provisión de Dios convirtiéndolas en un evangelio, llamado de la prosperidad, que nada tiene que ver con la sana y equilibrada enseñanza de Jesús y los apóstoles. Se han pisoteado perlas que han despedazado congregaciones enteras por la codicia del dinero. Pero una vez más, debemos decir que los excesos y deformaciones de la verdad no la anulan. Pablo lo expone en la última parte de esta carta usando algunas expresiones que se han malinterpretado o llevado a excesos indeseados. Analicemos brevemente su contenido.

Habéis revivido vuestro cuidado de mí (4:10). Los hermanos de esta congregación comprendieron que una parte de su amor a Dios pasaba por cuidar de las necesidades materiales de quienes anunciaban el evangelio con la actitud correcta, y Pablo lo era. Lo que no se había atrevido a hacer en la congregación de Corinto, dado su nivel espiritual de inmadurez en muchos aspectos y las dificultades para que comprendieran esta parte del evangelio, aunque no dejó de enseñarla con claridad (1 Co.9:9-14), sí pudo hacerlo en Filipos. A los corintios les dijo que no quería usar su derecho en el evangelio de recibir ayuda económica presentándoles el mensaje gratuitamente (1 Co.9:15-18). Sin embargo, a estos hermanos que nunca dudaron en apoyar el avance del reino de Dios mediante su entrega económica, —pero no solo económica—, les dice que se alegra de que hayan recuperado su cuidado de él para sus necesidades. Este hecho nos devuelve a la realidad de las distintas formas en que se puede abordar un mismo tema con alternativas distintas entre diferentes congregaciones y países. Hay iglesias que nunca maduran en este punto, el dinero se constituye siempre en una piedra de tropiezo, pero en otras lo tratan con la normalidad de quien hace lo correcto asumiendo su responsabilidad en la obra misionera. En España, tristemente, seguimos muy lejos de comprender esta verdad, lo digo en términos generales, siempre hay excepciones muy honrosas, pero el aspecto económico del evangelio siempre ha sido tabú y motivo de controversia.

He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación (4:11). Aquí tenemos el otro lado de la moneda. Pablo muestra cual debe ser la actitud del misionero o pastor que recibe ayuda de la congregación. No presenta su derecho como exigencia, sino manteniendo una actitud de contentamiento en toda situación. Ha aprendido a vivir humildemente en los tiempos de escasez y de abundancia en los periodos de bonanza económica. Está enseñado, dice, a vivir saciado como a tener hambre, tener abundancia o padecer necesidad (4:12). A los corintios les había escrito: hasta esta hora padecemos hambre (1 Co.4:11). Y al hacer la relación de sus padecimientos como apóstol, escribe: en hambre y sed (2 Co.11:27). Por tanto, sabía lo que era soportar necesidades y hacerlo con contentamiento, sin presionar o manipular a los hermanos para  moverlos en beneficio propio. Aunque era su derecho, no lo hizo. Y en este contexto de vivir distintas experiencias como tener abundancia o padecer escasez es cuando escribe: todo lo puedo en Cristo que me fortalece (4:13). ¡Como hemos malinterpretado este texto fuera de su contexto! La fortaleza del Señor es suficiente en cualquier tiempo o situación, lo cual no excluye que los hermanos debamos ser generosos y compartir cuando vemos a otro sufrir necesidad. Pero desde el lado de los ministerios el ejemplo de Pablo aquí debería ser la guía a seguir, nos ahorraríamos muchos despropósitos en la vida de las congregaciones.

Bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación (4:14). El argumento que presenta el apóstol cierra todos los huecos por donde puedan colarse las zorras pequeñas que echan a perder las viñas (Cant.2:15). Aunque ha estado dispuesto a soportar necesidades, sin embargo, reconoce que lo que ha vivido ha sido tribulación por falta de los medios necesarios para su mantenimiento esencial. No su enriquecimiento, sino suplir sus necesidades necesarias para hacer avanzar el plan de Dios en las naciones. Reconoce que desde el principio, cuando salió de Macedonia, no hubo otras congregaciones que participaran en el presupuesto para sus necesidades sino solamente los filipenses. Le enviaron ofrendas a Tesalónica una y otra vez para suplir lo que le faltaba (4:15,16). Y en uno de esos envíos realizados por Epafrodito fue cuando este discípulo estuvo a punto de perder la vida en su servicio. Todo un ejemplo que no pasa desapercibido para Pablo y deja constancia del hecho en esta hermosa carta.

Busco fruto que abunde en vuestra cuenta (4:17). Aquí tenemos uno de los argumentos que pudiera usarse para la extorsión o manipulación de los hermanos. No es la intención del apóstol ni mucho menos, pero como dijo Pedro «los indoctos e inconstantes tuercen» (2 Pedro 3:16); y por supuesto los codiciosos. Me refiero a la verdad de las consecuencias de nuestra generosidad. Hay consecuencias de sembrar escasamente o de hacerlo generosamente (2 Co.9:6). Pablo dice que busca fruto que abunde en la cuenta de los filipenses. Jesús dijo que debemos hacernos tesoros en los cielos. Pero una mente materialista, predominante en nuestra generación, que solo piensa en lo terrenal, se burla de estos principios espirituales con resultados personales y eternas. Y no solo se ríe sino que muchos pretenden usarlos en beneficio propio para enriquecerse. Una vez más la cizaña no puede ahogar el trigo. No podemos arrancar la cizaña de hombres perversos y malos sin evitar el riesgo de arrancar también el trigo. Por ello, algunos encuentran fácil el engaño en este terreno, pero como dijo el mismo autor en otro lugar: Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuando a toda buena obra (Tito 1:15,16). Pablo, beneficiario de la generosidad y entrega de los filipenses, busca el beneficio de los hermanos como resultado de su amor al evangelio con las consecuencias que se derivan de ello. La fe obra por amor. La fe sin obras está muerta. Y cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor y acciones.

Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (4:19). Ahora da un paso más en su narrativa. Afirma que Dios responde a la entrega y generosidad de los filipenses supliendo todas sus necesidades, lo cual viene a decir que no eran hermanos que nadaban en la abundancia económica y daban de lo que les sobraba, sino que os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia [Filipos y Tesalónica]; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riqueza de su generosidad (2 Co.8:1,2). No estamos hablando de una iglesia rica, sino generosa. No solo enviaron a Pablo para sus necesidades, sino que participaron generosamente con la ofrenda que el apóstol recogió en distintos lugares para las congregaciones de Judea que estaban padeciendo en su momento una crisis económica notoria. A estos hermanos les dice que Dios suplirá todo lo que les falta en Cristo. Este es otro de esos versículos que usamos con parcialidad aplicándolo indiscriminadamente sin conocer el contexto que lo envuelve. En definitiva, toda  nuestra vida es una inversión en el reino de Dios. Todo lo que hacemos tiene su contrapartida y consecuencias (Pr.3:9,10) (Mr.10:28-31) (Gá.6:7). Todo lo que el hombre siembra eso siega. Si sembramos el bien recogeremos una buena cosecha, apretada, remecida y rebosante (Lc.6:38). Pero si hacemos lo contrario también habrá cosecha en esa dirección. En algunos casos se recoge en esta vida, y en otros en la eternidad. No todo está supeditado a la vida presente, ni todo al cielo. Vivimos por fe; la fe es la certeza de esta vida presente y la venidera, ambas forman parte de la realidad del cristiano. No lo olvidemos. Pablo ha completado el círculo en una enseñanza que, repito, es motivo de controversia y confusión en nuestros días por los excesos que se han cometido abusando de una verdad que es tremendamente beneficiosa cuando se enseña y aplica con el debido equilibrio. En la vida cristiana no están separados los valores eternos y espirituales, de los temporales y terrenales. Dios quiere suplir todas las necesidades del ser humano (espíritu, alma y cuerpo) (3 Jn.2). Y para ello, en muchas ocasiones, usa a las congregaciones que, como la de Filipos, es ampliamente generosa, la cual es su cuerpo actuando en la tierra.

  1. Claves para una vida mental sana (4:4-9)

Los problemas psicológicos se han multiplicado en las últimas décadas. Estamos sometidos a una gran presión de todo tipo y el alma se resiente. Somos frágiles. Aunque creemos ser fuertes mentalmente, una y otra vez se pone de manifiesto que no es así, el hombre quiebra en muchas ocasiones y las enfermedades psiquiátricas se han multiplicado. Sin embargo, la sociedad occidental en general ha abandonado los principios bíblicos que han dado respuesta mediante el evangelio a muchos de los desafíos a los que se ha enfrentado. Hemos ido a buscar a las cisternas rotas que no retienen el agua (Jer. 2:13), como son en gran medida las filosofías orientales, yoga, meditación trascendental, Nueva Era, incluso ahora se ha puesto de moda abrazar los árboles como terapia para recuperar el equilibro y la paz interior. Las Escrituras responden ampliamente a nuestra necesidad de bienestar espiritual y salud mental. Veamos algunos consejos de la enseñanza del apóstol en esta carta como verdades liberadoras que actuarán a nuestro favor.

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! (4:4). Una de las muchas terapias que han proliferado desde hace tiempo y que actúa como un sucedáneo del evangelio es la risoterapia. Acudes a una reunión donde se trata de reír a mandíbula suelta para liberar el estrés acumulado. La risa es buena y saludable, de eso no me cabe ninguna duda, aunque no creo necesario establecerlo como una terapia, una de tantas terapias que están pretendiendo substituir la acción del evangelio en los corazones de los hombres en una sociedad que ha dado la espalda a Dios y busca nuevas alternativas y sucedáneas. Pablo dice: ¡Regocijaos! Y hacerlo en el Señor; en aquel que ha derrotado el poder del pecado y de la muerte sacando a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio. Su triunfo permite que el corazón se goce en la esperanza de gloria que llena de una dimensión nueva a todos los que son redimidos por la sangre del Cordero. El gozo del Señor es nuestra fortaleza (Neh. 8:10). Jesús dijo: Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido (Jn.15:11). La voluntad de Dios en el Mesías es que participemos de su gozo (Jn. 16:20, 22, 24 y 17:13). Los discípulos de Jesús estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo (Hch.13:52). El gozo del Señor es una característica propia de los hijos de Dios. El fruto del Espíritu es gozo. El reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Rom. 14:17). Esta carta que estamos estudiando se conoce como la carta del gozo, a pesar de que su autor se encontraba en la cárcel en el momento de escribirla. Porque el gozo del evangelio supera las aflicciones. Dice la carta de Santiago, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia (Stg. 1:2,3). Por tanto, hablamos de un gozo que supera las circunstancias adversas. Es el gozo del cielo, sobrenatural, que penetra en nuestro hombre interior con la fe y actúa internamente mejor que una terapia alternativa. Otra vez digo ¡Regocijaos!

Por nada estéis afanosos (4:6). Aquí tenemos una declaración apostólica muy osada. Pone de manifiesto que el afán y la ansiedad pertenecen al sistema de este mundo, forman parte de la vieja y vana manera de vivir. Jesús dijo que no debemos afanarnos por el día de mañana, sino entender que cada día tiene sus propios problemas y no debemos sobrecargar el peso de varios días sobre uno solo, de esa forma quedaremos doblegados y vencidos. Pero el apóstol no solo deja la frase en el aire para colgarla en la pared, sino que establece una relación directa entre no estar afanosos y la vida de oración. Inmediatamente añade: si no sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Aquí tenemos la clave para no caer en la ansiedad. Traer nuestras peticiones con toda su argumentación delante del trono de Dios. No sé cuantas veces a lo largo de mi vida he tenido que acudir a esta verdad de la Escritura para presentar delante del trono de la gracia las peticiones de  mi corazón, echando mi ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros (1 Pedro 5:7). Hay ocasiones en nuestras vidas cuando se hace muy cuesta arriba librarse de estas cargas de ansiedad que doblegan nuestro ánimo y dejan nuestra alma apesadumbrada. La preocupación es muy humana y difícil de substraerse a ella. Nuestro mundo está constituido de tal forma que nos parece muy extraña esta enseñanza evangélica, sin embargo, esa es la voluntad de Dios. Debemos recordar que cuando estamos en modo ansiedad nuestra fe queda paralizada. Cuando nos preocupamos desmedidamente hemos dejado de confiar en Dios y sus recursos para buscar de manera agitada los nuestros. La enseñanza apostólica es que en lugar de seguir atenazados por el afán y la ansiedad tomemos la iniciativa de venir delante del Señor para presentar todo aquello que nos perturba, y entonces…

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (4:7). Llegados a este punto debemos hacer un intercambio. Debemos soltar ante el Señor, en oración, nuestras ansiedades, y a cambio recibir la paz de Dios, que una vez comienza a operar en nosotros guarda nuestro corazón y mente en la fortaleza del Mesías. Aprender esta verdad y practicarla nos desinflará de agitación para dar lugar al remanso de la paz de Dios que supera cualquier otro pensamiento perturbador. Nuestra mente, tan increíblemente frágil, recibirá el impacto sobrenatural del poder del reino de Dios en nosotros. A esto le llama el autor de la carta a los Hebreos participar de los poderes del siglo venidero (Heb. 6:4,5). Ese siglo venidero es el reino mesiánico, la era mesiánica que se establecerá cuando venga el Señor a reinar en Jerusalén. Un reino universal de paz que ya podemos comenzar a experimentar ahora como primicia, mediante el Espíritu, cuando actuamos en los parámetros que sostienen el reino de Dios. La oración respondida es parte esencial del reino futuro. Que cese la guerra, no solo entre las naciones, sino también en nuestros corazones, será parte del futuro reino prometido a David y del que ya podemos beneficiarnos ahora. El inicio de ese reino venidero se manifiesta aquí y ahora cuando venimos al Mesías con nuestras cargas, llevamos su yugo, aprendemos de él y recibimos el descanso para nuestras almas (Mt.11:28-20). Pero hay algo más que el autor de esta carta quiere que sepamos.

En esto pensad (4:8,9). La gran perturbación que experimenta el ser humano siempre aparece primero en su mente. De esa perturbación saldrán acciones, muchas de ellas erradas, que agravarán el problema que estemos enfrentando. Por ello, ganar la batalla de la mente es primordial. ¿Cómo hacerlo? Teniendo los pensamientos adecuados. Pensar bien. Pero antes debemos experimentar una renovación de nuestra manera de pensar mediante la palabra de Dios, para que podamos conocer cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Rom.12:1,2). Es una batalla. Hay que pelearla. Debemos confrontar la manera de vivir, por tanto, de pensar, de este mundo. No conformarnos a sus esquemas y para ello necesitamos la fuerza de la verdad revelada en las Escrituras ocupando nuestras mentes y corazones. Pablo le dijo a Timoteo: Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas. ¿A qué cosas se refería? La lectura, la exhortación y la enseñanza (1 Tim. 4:15 y 13). En otra ocasión le dijo que las Escrituras le pueden hacer sabio para la salvación y que conocerlas ampliamente, desde la niñez, le serían útiles para enseñar, redargüir, corregir, instruir en justicia para que el hombre de Dios sea apto y esté preparado para toda  buena obra (2 Tim.3:14-17). Es la palabra de verdad la que nos hace libres (Jn.8:32), permitiéndonos alcanzar los pensamientos de Dios (Isaías 55:8-11) que actúan en nosotros los creyentes (1 Tes.2:13). El argumento de Pablo en esta carta es que nuestra mente debe estar ocupada en los siguientes pensamientos: todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad (4:8). Así conseguimos una mente sana y equilibrada en un mundo acosado por todo tipo de contrariedades y afanes.

En definitiva, esta breve carta a los hermanos de Filipos, la primera congregación cristiana de Europa, nos recuerda la importancia de tener buenos referentes a quienes tengamos como modelos de fe que nos acompañen a lo largo de nuestro peregrinaje de vida en la tierra. Los temas que desgrana, vinculados plenamente al evangelio de Jesús, pusieron las bases para todo un continente que será referente de las naciones durante siglos y que hoy vive en retroceso y apostasía de la fe. Pero la verdad siempre busca hombres y mujeres en quienes sustentar los principios y valores eternos que emanan del único Dios, el Dios de Israel, a quién necesitamos hoy más que nunca para afrontar los desafíos que tenemos por delante. Haya, pues, en nosotros el mismo sentir que hubo en Cristo…

EFESIOS (6) - el misterio del evangelioPREGUNTAS Y REPASO
  1. Anota algunas características de cómo fue fundada la iglesia en Filipos.
  2. ¿Dónde se encontraba Pablo al escribir esta carta?
  3. ¿Cuál es el destino de la carta? ¿A quiénes va dirigida en primer lugar?
  4. Explica el significa de «santo» según la enseñanza bíblica.
  5. ¿Qué destacarías de la oración de Pablo en el capítulo 1:3-11?
  6. ¿Qué significa confesar a Jesús como Señor?
  7. Qué destacarías del ejemplo de Timoteo.
  8. ¿Qué conclusión sacas del ejemplo de la iglesia en Filipos?
  9. ¿Cuáles son las claves para una vida mental sana? Explícalas.

Apéndices

Promesas especiales en las que puedes meditar.

(Filipenses 1:6) (1:21) (2:13) (3:20,21) (4:4) (4:6,7) (4:13) (4:19).

Referencias sobre el gozo.

(Filipenses 1:4) (1:18) (2:2) (2:17,18) (3:1) (4:1) (4:4) (4:10).

Sobre el día de Jesucristo.

(Filipenses 1:6) (1:10) (2:16) (3:20,21) (4:5).

Referencias al evangelio.

(Filipenses 1:5) (1:7) (1:12) (1:17) (2:22) (4:3) (4:15).

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