LOS EVANGELIOS – Milagros y temores (1)
Jesús le reprendió diciendo: ¡Cállate y sal de él! Entonces el demonio derribó al endemoniado y salió de él sin hacerle daño alguno. Todos estaban perplejos y comentaban… (Lucas 4:35,36 RV2020).
Estudiando los evangelios en la nueva Biblia que he comprado no hace mucho de la nueva versión Reina Valera 2020, he apreciado un detalle que no había visto con anterioridad. En múltiples ocasiones, cuando Jesús realizaba sus milagros la respuesta de la gente era por un lado de alabanza y gloria, pero a la vez se liberaba temor, perplejidad, asombro y estupor. Ambas manifestaciones tenían lugar después de asistir a un acto del poder de Dios en forma de milagro. Quiero recorrer en las próximas meditaciones varios de esos ejemplos para tratar de sacar algunas conclusiones del comportamiento humano ante la manifestación de la obra de Dios.
El primer caso lo encontramos en la sinagoga de la ciudad de Capernaum, donde había un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo. Cuando el Señor lo reprendió, lo mandó callar y salir del hombre, una vez liberada la persona sin hacerle ningún daño, las gentes allí presentes reaccionaron con perplejidad, dice en la versión que estamos usando en este texto. En la RV60 dice maravillados. En la NVI dice todos se asustaron. En la versión RV77 —que fue mi primera Biblia que «devoré» completa en pocos meses nada más convertirme—, dice: todos quedaron sobrecogidos de estupor. Y por último en la versión de Manuel Iglesias se traduce así: el espanto sobrecogió a todos. La idea general que se transmite a través de las múltiples traducciones de este suceso que estudiamos es que una vez liberado el endemoniado el ambiente que quedó en aquella sinagoga fue de temor, espanto y susto. Veremos otros ejemplos más adelante.
Hemos resaltado en los últimos capítulos de esta serie que la reacción de las multitudes ante los milagros era de alabanza, glorificando a Dios por ello. Ahora vemos que también quedaron paralizados, con cierto temor por lo acontecido, reconociendo que nunca habían visto una autoridad espiritual semejante ante los poderes de las tinieblas. De hecho comentaban: ¡Que poderosa es la palabra de este hombre! ¡Con que autoridad da órdenes a los espíritus inmundos y estos salen! Algo nuevo había comenzado a suceder en Israel en días de la manifestación del Mesías que nunca antes habían visto. Y ante la fuerza de una autoridad tan evidente quedaban perplejos y paralizados. A partir de ahí, las multitudes se dividían reaccionando de distinta forma. He visto el mismo comportamiento en múltiples ocasiones en diferentes cultos y conferencias donde el poder de Dios ha estado presente para sanar y liberar.
La fuerza de una palabra de autoridad siempre divide y atemoriza.