HOMBRES DE VERDAD – Perseverancia
Pero tú has seguido mí… perseverancia… (2 Timoteo 3:10 LBLA).
Una de las cualidades del hombre de Dios es la perseverancia. También traducida por paciencia y en algunas otras versiones de la Biblia por constancia. El diccionario de la lengua española dice que perseverancia es: «firmeza y constancia en la ejecución de los propósitos y en las resoluciones del ánimo». Creo que define perfectamente lo que el apóstol Pablo quiere decir aquí. No está invitando al discípulo a que sea perseverante, si no confirmando que Timoteo está siguiendo su misma perseverancia en el propósito de Dios. «Tú has seguido mi perseverancia».
La paciencia y constancia que Pablo demostró a lo largo de su vida no deja lugar a dudas. Una vez que recibió la revelación que Jesús era el Mesías nunca más miró atrás. «Prosigo a la meta», dijo, «no mirando lo que queda atrás, sino extendiéndome a lo que está delante». Cuando recibía oposición al avance del evangelio reunía a los discípulos en un lugar para seguir con la obra de expansión del reino. Cuando le apedreaban en una ciudad se levantaba y marchaba a otra. Cuando sabía que le era necesario ir a Jerusalén no se dejaba intimidar por los buenos sentimientos de los suyos para evitarle el sufrimiento por el evangelio. «Estoy dispuesto», dijo, «a entregar mi vida, si fuera necesario, porque no estimo preciosa mi vida para mí mismo con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor para dar testimonio del evangelio» (Hechos 20:24).
Lo que ardía en el corazón de Pablo era la revelación del Hijo de Dios entregado en la cruz por él. Ese amor por Jesús lo consumía. Su actitud no pasaba desapercibida a los discípulos, por ello su ejemplo fue el referente para Timoteo y muchos otros que mantienen las mismas pisadas. Y cuando le llegó el tiempo «para ser derramado como ofrenda de libación, y el tiempo de mi partida ha llegado»(2 Timoteo 4:6); cuando además fue abandonado por todos en su primera defensa del evangelio ante el Imperio Romano, mantuvo la constancia de un verdadero gladiador, ayudado por la cercanía de su Señor, fortalecido por el reflejo de las glorias que siguen a la cruz, dando testimonio firme de su fe en medio de las mayores decepciones que un hombre abrazado a la causa de Dios puede experimentar. «Todos me abandonaron; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas» (2 Timoteo 4:16,17). Este general de los ejércitos del Señor dejó una impronta inequívoca en Timoteo para que siguiera su ejemplo: «Pero tú has seguido mi perseverancia».
Los hombres de Dios en todos los tiempos se identifican por su constancia en la esperanza, y su perseverancia en la verdad, al margen de los cambios y caprichos de las corrientes de este mundo.