El pecado se reproduce en los hijos
Y Lamec dijo a sus mujeres: Ada y Zila, oíd mi voz; mujeres de Lamec, prestad oído a mis palabras, pues he dado muerte a un hombre por haberme herido, y a un muchacho por haberme pegado (Génesis 4:23 LBLA)
El pecado tiene la capacidad de perpetuarse. Los padres transmiten su herencia pecaminosa sobre los hijos. El apóstol Pablo nos dice que el pecado entró en el mundo por un hombre y el pecado pasó a todos los hombres, por cuánto todos pecaron. Hemos heredado la naturaleza de pecado.
Ahora bien, el pecado tiene muchas ramificaciones y diversas manifestaciones. No en todos los hombres se manifiesta de la misma manera aunque la matriz sea la misma. En unas familias o naciones el pecado toma forma predominante de avaricia, en otras de mentira, en otras ejerciendo dominio sobre los demás, y en otras mediante la violencia.
La simiente homicida de Caín había pasado a la quinta generación de sus descendientes. Esto es lo que vemos en el texto que nos ocupa. Caín tuvo un hijo que llamó Enoc, éste engendró a Irad, de quién nació Mehujael, luego fue engendrado Metusael y Metusael engendró a Lamec (Gn.4:17-19). Este Lamec —porque hay en la genealogía de Adán y su descendencia a través de Set otro Lamec que fue el padre de Noé— tomó para sí dos mujeres (Gn.4:19), delante de quienes fanfarroneó diciendo que había matado a dos hombres. Uno porque le había herido y al otro por haberle pegado. Era un hombre vengativo, lleno de violencia y que reprodujo el pecado de su padre Caín.
Está escrito que hay una vana manera de vivir que hemos heredado de nuestros padres (1 Pedro 1:18). También se escribió que Dios visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación (Éxodo 20:5).
Algunas manifestaciones concretas de pecado pueden ser traspasadas a los hijos. Lo vemos hoy trágicamente en padres violentos que reproducen el daño en sus propios hogares. Padres adúlteros que perpetúan el adulterio y los divorcios en algunos de sus hijos. Padres alcohólicos y drogadictos que transmiten ese pecado a los suyos. Pero también está escrito que un día, los días del Nuevo Pacto, cada uno pagará por su propio pecado. No se dirá más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera, sino que cada cual morirá por su propia maldad (Jer.31:29-30). La sangre de Jesús, la sangre del Nuevo Pacto, tiene poder para redimirnos de la vana manera de vivir heredada de nuestros padres.
El pecado en alguna de sus manifestaciones puede repetirse en los hijos, pero el que está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron.